Adaptar la economía regional es ahora
Tenemos una oportunidad única de repensar nuestras regiones con autoridades que ahora serán elegidas en las urnas Xavier Altamirano, Director Ejecutivo Horizonte Ciudadano
Se atribuye a las grandes crisis el legado de grandes lecciones. Pero sería engañoso pensar que se trata de un proceso natural, tal como nos ha mostrado con dureza la pandemia. Chile ha pagado un costo humano y económico demasiado elevado por la tardanza en llegar a aprendizajes compartidos.
En el Día de la Tierra, esta limitación en la toma de decisiones debe llamar a reflexión. La ONU y la Organización Meteorológica Mundial informan que la pandemia no ha detenido el calentamiento global: la desaceleración económica produjo una baja temporal de los gases de efecto invernadero, pero no cambió los niveles de concentraciones atmosféricas. En simple, estamos sellando la década 2011-2020 como la más calurosa de la que se tenga registro y con el 80% de las aguas marinas con aumentos de temperatura.
Por sus características geográficas, Chile cumple nada menos que siete de nueve criterios de vulnerabilidad climática. En la Región del Ñuble, esta crisis continuará en los territorios forestales con incendios, en el campo con sequía, en las costas con aumentos en el nivel del mar y en las ciudades con contaminación atmosférica.
Lo relevante es que al igual que con el Covid-19, hay maneras de actuar a tiempo. No pretendamos detener el cambio climático, pero al menos aspiremos a moderar sus efectos más perjudiciales. La adaptación climática es el proceso de ajuste en nuestras manos para reducir los impactos negativos e incluso aprovechar oportunidades. Por cierto, esto requiere que muchas voluntades digan presente.
Primero, para destinar recursos fiscales a la altura del desafío. Como parte de un proceso de transición ecológica -que descarbonice aún más la matriz energética y cree nuevas industrias donde la innovación remplace la mera extracción de materias primas-, la adaptación climática invita a repensar nuestra mirada de la infraestructura y las obras públicas. Se necesita invertir más y mejor en obras portuarias, viales, hidráulicas, de canalización y diques, en cortafuegos, sistemas de alerta temprana, viviendas eficientes o soluciones basadas en la naturaleza. El Banco Mundial calcula que por cada peso invertido en infraestructura resiliente, se generan cuatro en beneficios.
Segundo, para convocar a una planificación de desarrollo territorial por encima de los ciclos electorales. Tenemos una oportunidad única de repensar nuestras regiones con autoridades que ahora serán elegidas en las urnas y por ende deberán rendir cuentas de sus acciones e inacciones. La nueva institucionalidad de los GORE debe usarse para acordar una ocupación del territorio más sostenible y políticas económicas, educacionales y sociales de largo plazo.