Peter Jackson: "Me hubiera gustado ir al estudio de The Beatles y sólo verlos trabajar"
ESTRENO. El director neozelandés, declarado admirador de la banda desde su infancia, documentó imágenes inéditas del final del grupo para "The Beatles: Get Back", una serie que muestra la intimidad de los "Fab Four" y Yoko Ono mientras grababan su último proyecto. El cineasta relata a este diario cómo vio a los músicos en esas cintas, que pasaron 50 años en una bóveda.
Amelia Carvallo
Desde ayer están disponible en Disney+ los tres capítulos de la docuserie "The Beatles: Get Back", una trilogía que seguro ha humedecido de emoción los ojos de muchos beatlemaníacos alrededor del mundo, quizás porque dispone un final menos amargo que el que aparentemente impregnó ese invierno de 1969 cuando los amigos rompieron.
Las get back sessions
El material del que dispuso Peter Jackson concentra más de 60 horas de grabaciones, y 150 horas de audio, que registró en tres semanas de 1969 el director inglés Michael Lindsay-Hogg, quien había hecho el clip de "Hey Jude" para la banda. La docuserie de Jackson dibuja el arco dramático del proceso creativo tras una meta concreta que se imponen los muchachos de Liverpool: hacer 14 canciones nuevas, más una presentación en vivo en la televisión, y además despachar un concierto en vivo en algún sitio fabuloso después de mucho tiempo sin verse ni tocar juntos.
En una concurrida rueda de prensa, el director de la saga "El señor de los anillos" recuerda que conoció hace algunos años a Paul McCartney en una premiere de sus exitosos filmes basados en las novelas de Tolkien. Años después entró en contacto con Apple, la empresa que administra el legado de la banda, donde estaban interesados en aplicar realidad virtual a algún material, y pensaron en el neozelandés.
De manera oblicua, y picado por su gran curiosidad, el director preguntó por el material que Lindsay-Hogg había capturado en 1969 y que nunca se había publicado. Para su sorpresa le dijeron que desde hace medio siglo lo tenían en una bóveda, ante lo cual Jackson se ofreció a que lo consideraran como director de un documental sobre ese inédito registro.
Temeroso de encontrar agrias discusiones y recriminaciones, como el imaginario popular suponía de la última etapa de Los Beatles, Jackson consideró dejar de lado la realización si descubría ese tipo de imágenes. Pero no fue así y se vio aliviado de no tener que hacer "una película miserable" luego de estar semanas enteras, absolutamente solo, frente a la televisión viendo el registro gracias al confinamiento que produjo el covid 19.
Para su agrado, se rió con lo que vio, "eran tipos tan divertidos", dice, y se emocionó también porque eran imágenes íntimas de cuatro entrañables amigos que se conocen desde la adolescencia, que aman la música y que sienten que el tiempo ha pasado y es inevitable la ruptura.
En los sesenta
Consultado sobre si tuviera la posibilidad de viajar en el tiempo, Jackson confiesa que siempre supo que la época que habría escogido sería los años 60 del siglo XX, especialmente porque habría querido atestiguar cómo eran los días del reinado de los Fab Four. "Me habría gustado ir al estudio de grabación de Los Beatles y solo sentarme en un rincón, sin interferir, sólo mirarlos cómo trabajaban", agrega y explica que es lo mismo que espera provocar en el público, que sientan como si estuvieran en aquel tiempo.
Comparando estas actuales imágenes -de azules profundos, rosas vibrantes y verdes oscuros revitalizados digitalmente- con el registro mortecino del documental "Let it be" que finalmente Lindsay-Hogg estrenó en mayo de 1970, la apuesta de Jackson nos muestra el vibrante cotidiano de John Lennon, Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr con una hermosa aura de fines de los 60.
La grabación en 16 milímetros las pasó a 35 y los muestra coloquiales, bailando y cantando viejos blues como "Kansas City" y "Blue suede shoes". Bromean como colegiales, conversan, liderados por un Macca que lleva el pandero y un Lennon dócil, sobre cómo sonar mejor, qué amplificadores usar y qué tipo de parlantes; entre medio, toman jugo de naranja, beben café y mascan chicle enfundados en ropa abrigada, arrinconados en una esquina del estudio Twickenham que parece un hangar inhóspito.
Una arista de la realización que causó algunos dolores de cabeza al realizador fue la calidad de los audios originales, especialmente las conversaciones. Para solucionarlo, se juntó con un grupo de neozelandeses expertos en Inteligencia Artificial, que crearon un programa que tomó las grabaciones en mono y las digitalizaron, enseñándole a la computadora cómo sonaba una guitarra y cómo diferenciarla de la voz humana, de manera que no se sobrepusieran las capas de sonidos y se distinguiera claramente cuando tocan, hablan y cantan.
No culpen a yoko
Yoko Ono es la quinta en ese íntimo ruedo y por lo visto no hay mala onda ni nada similar que haga evidente tensiones o problemas. Ella teje, lee, hace dibujos y está atenta a la conversación de los chicos. Frecuentemente sonríe y se besa con Lennon, que payasea y que con su nasal acento de Liverpool aporta lo justo y necesario para esas primeras sesiones, donde Paul es quien lleva el timón, pero no de una manera opresiva.
Algo que enterneció al director es que no vemos al Lennon airado o sarcástico que solía aparecer en las conferencias de prensa. Lo que se deja ver en el metraje es el "amable John", un tipo de 28 años que está de cuerpo presente y desarma al espectador con su ternura e incondicional apoyo a Macca, su amigo y socio creativo.
"Yoko Ono está allí porque ella y John están enamorados. John se levanta en la mañana para ir a trabajar y no quiere decirle adiós a ella y estar lejos de ella por ocho horas. Así que, ¿por qué no estar juntos? Si él quiere que ella esté allí, ¿por qué no? Y los otros quizás habrían preferido que no, pero también aman a John, y si eso es lo que John quiere, entonces todo está bien", explica Peter Jackson tirando por la borda el viejo mito de la mala relación entre Yoko Ono y la banda, y que estuvo constantemente interfiriendo y sembrando discordia.
En cuanto a George Harrison, Peter Jackson no mide halagos para el más joven de los Beatles y su rol en esos días: "Era el tipo sensible en la habitación, una voz sensible. Y es divertido, porque además era un tipo muy pragmático, y muy, muy divertido. Algo que amo de él, y que no me había dado cuenta hasta que lo vi, es que cuando se encerraron en los estudios y grabaron esas canciones como 'Don't let me down', 'Get back' y 'Dig a pony', y luego empezaron a trabajarlas, estuvo muy comprometido", añade.
Figuras como George Martin y Alan Parsons también se avistan entre las perillas y las mesas de sonido, tras los vidrios de la sala de máquinas atentos a la magia que se producía. Otra gran presencia que se suma es la del estadounidense Billy Preston, quien se une a Los Beatles cuando las sesiones de grabación pasan a los estudios Apple.
El músico derrocha magnetismo y deja su impronta de eximio tecladista y mejor persona. También el registro incluye la histórica tocata que dieron en la azotea del edificio de Apple, en plena Savile Row, ante la expectación de bobbies, desprevenidos transeúntes y fans que no lo pueden creer.
Sorpresiva reacción
Sobre las reacciones de los miembros de la banda que están vivos, Ringo Starr y Paul McCartney, así como Olivia Harrison y Yoko Ono, viudas de John Lennon y George Harrison, el director cuenta que esperaba que le dieran un montón de sugerencias o peticiones de cortes y cambios, cosa que no se produjo y le sorprendió mucho.
Ya finalizando la conferencia de prensa y respondiendo a la pregunta sobre sus ganas de volver a experimentar con el documental y con otra banda musical, Peter Jackson fue tajante: "Puedo responder esa pregunta diciendo que el primer álbum de música que compré en mi vida fue uno de The Beatles; fue el Rojo y el Azul, en 1972. Fueron los dos primeros y últimos álbumes que compré en mi vida. No he vuelto a comprar otros, solo esos álbumes de Los Beatles".
Por cierto, el neozelandés acaba de cumplir 60 años y actualmente se puede ver en Amazon Prime Video otro documental suyo: "They shall not grow old" ("Jamás llegarán a viejos"), centrado en increíbles registros británicos de la Primera Guerra Mundial.