Desde el regreso a la democracia, cinco de las elecciones presidenciales en Chile se han definido en segunda vuelta. Las dos últimas, y como ocurrirá también en esta ocasión, estando en vigencia el voto voluntario. Ello hace que, junto a los resultados que arrojó la primera vuelta, la de hoy sea vista como una de las elecciones más reñidas e inciertas de las que saldrá el nuevo Presidente de la República.

Como ha sido la tónica en el último tiempo, la participación en la primera vuelta del pasado 21 de noviembre no superó el 50% del padrón electoral en el país. Si para los comicios de 2013, que fue la primera elección de gobernante tras el fin del voto obligatorio, la participación llegó a 49,13% (primera vuelta), en las votaciones del mes pasado alcanzó un 47,33%. Y aun menor en la región de Ñuble, donde se situó en torno al 45%. Esto significa que más de la mitad de los electores quedan al margen de una decisión que compete a todos los ciudadanos.

De ahí que las autoridades hayan puesto especial énfasis en la necesidad de mejorar la participación y en que cada uno de los habilitados para votar y que esté en condiciones de hacerlo, especialmente los más jóvenes, acudan este domingo a las urnas a emitir su preferencia. Que frases oídas en la primera vuelta como que "hacía mucho calor" o "la fila estaba muy larga" no impidan ejercer un derecho y un deber ciudadano que hay que cuidar, la de la participación libre y democrática para elegir a nuestras autoridades.

En Chile son 15 millones 30 mil personas las habilitadas para votar, 430 mil de ellas en Ñuble. El Servel ha dispuesto 46.862 mesas receptoras de sufragios a lo largo del país y 282 en el extranjero, que funcionarán desde las 8.00 hasta las 18.00 horas, con trato preferente para adultos mayores, embarazadas y personas en situación de discapacidad.

Junto con ello, las autoridades han revisado el cumplimiento de los protocolos sanitarios vigentes en el contexto de pandemia y han llamado a los votantes a mantener las medidas ya conocidas, como uso de mascarilla y distanciamiento físico. Asimismo, se han desplegado cerca de 22 mil funcionarios las Fuerzas Armadas y de Orden para resguardar la seguridad del proceso, y habrá facilitadores que tendrán la misión de organizar las filas, de manera de evitar aglomeraciones.

En definitiva, todo está debidamente dispuesto para acudir a votar este domingo. Sólo falta lo más importante: que usted vaya a votar.

Este título es el que daba sentido a la campaña promovida por la Cruzada por la Participación Ciudadana, entidad no gubernamental apoyada por la Iglesia Católica, allá por el año 1988, para promover la inscripción de los chilenos en edad de votar, lo que se sometería a prueba en el plebiscito del 5 de noviembre de ese año. Ya sabemos que los resultados de esa votación, con una participación del 97,5 % de los inscritos, permitieron dar término al gobierno de ese entonces e iniciar un proceso ordenado de recuperación de la democracia.

Lo que queremos destacar es simplemente el valor del voto, que es el mecanismo por el cual la sociedad en forma sencilla, pacífica y ordenada elige entre alternativas de solución o de construcción de sociedad como fue en ese caso.

El problema es que ahora, por razones no siempre fáciles de entender que no sean las de un individualismo cortoplacista (¿ cuánto me beneficia hoy a mi? ) la gran mayoría no va a votar en forma voluntaria, por lo que pareciera que la vuelta al voto obligatorio por una cuestión de bien común, debiera retornar a la brevedad a nuestro país. Las autoridades necesitan ser elegidas por todos. No podemos pasar por alto que en la primera vuelta presidencial del 21 de noviembre, pudiendo votar 15 millones solo votamos 7,1 millones (47,6 %). Esperamos que para las elecciones de hoy día, en segunda vuelta, ese escuálido porcentaje sea superado.

En esa línea, los Obispos en declaración del 16 de diciembre '21, señalaban que "la elección presidencial de este domingo se da en un contexto de polarización que se ha reflejado en un clima de campaña agresivo y descalificador (no obstante) un cierto tono de moderación en las propuestas y el reconocimiento de errores por parte de los candidatos, es un aspecto positivo que hemos visto en las últimas semanas", pidiendo a todos los ciudadanos y a los católicos en especial que ejerzan en estas elecciones su derecho a voto, "votando en conciencia y considerando principios cristianos fundamentales para el ordenamiento social y político, es un deber que cada uno de nosotros está llamado a asumir, aun cuando las opciones en juego muestren insuficiencias respecto de esos mismos principios".

Me parece que lo anterior es un aporte para el discernimiento y una invitación a que cada uno asuma sus responsabilidades ciudadanas.

Guillermo Stevens M. Diácono Obsipado de Chillán

Hemos llorado a Almudena Grandes mas de un mes, el vacío que produce la pérdida de un escritor es equivalente a un hoyo negro en el universo, es como si la literatura se detuviera unos minutos y las palabras se condensaran en manchas ilegibles al ojo humano, sin poder descifrarlas.

"Castillos de cartón" es una novela en la que el amor desde un principio se concibe como un juego y que finalmente se transforma en tragedia y desamparo, en el desgarro de la separación forzosa por las circunstancias. Jose, es una chica de 20 años, estudiante de Bellas Artes de Madrid, junto a Jaime González y Marcos Molina Schulz, quienes a través de la pintura, van creando su propio lienzo, pero este, no es un lienzo convencional, sino mas bien una locura, una locura de a tres. Lo que hoy llamaríamos poliamor.

La historia comienza con una llamada a la oficina de Jose, veinte años mas tarde de la separación, la voz, al otro lado del auricular le avisa que Marcos se ha suicidado. Y es ahí cuando el recuerdo cobra vida para enfrentar la pérdida, para llorar al muerto al que le pertenecía la mitad de su cuerpo. Porque en este trío poliamoroso, Jaime y Marcos compartían y amaban a la misma mujer, dormían con su cuerpo sagrado, pintaban su rostro y dibujaban sus comisuras. Dormían los tres en una cama grande, salían de vacaciones y evitaban las mentiras y al mundo en general.

La mirada de Almudena Grandes en esta novela se conecta fervorosamente con el afecto y los miedos, con la depresión desconocida de Marcos (el genio de los tres) y su incapacidad de mantenerse en el mundo, absorbido por el túnel, del que no quiere salir. Sin embargo la felicidad (esa sobrevalorada condición) la encuentra en la cama compartida y en el lienzo que comienzan a pintar de a tres. Será la única que conozca en su vida, antes de decidir suicidarse, aun con el éxito goteándole en las pestañas.

Esta novela resignifica el amor, transportando esa condición única a una poco convencional, demostrando que sí se puede mantener afectos mas allá del quiebre y que los seres que transitan por nuestras vidas siempre van sumando a la construcción que somos. No hay arrepentimientos que valgan, ni lágrimas mas honestas que las que ruedan silenciosas corazón abajo, eso fue lo que selló el pacto de amor entre los tres el día del funeral de Marcos, Jaime y Jose, frente al cadáver de su amado, se besaron, besaron su frente semirota por la bala. Salieron de allí en dirección a un Burger King, eso sí, con el muerto atrás, mirándolos. Nuevamente estaban juntos.

Laura Daza Editora independiente