Un ejercicio nostálgico de Steven Spielberg
El director acaba de estrenar su versión de la película de 1961 "Amor sin Barreras". Se trata de una obra que respeta profundamente la cinta original: desde el color a la trama.
¿Por qué Steven Spielberg decidió hacer un remake de una película tan celebrada y memorable como "West Side Story" (1961), adaptación de la obra de Broadway a cargo de Jerome Robbins y Robert Wise? ¿Ha existido en la historia del cine una nueva versión que alcance la altura de la original y que no está destinada a pasar rápidamente al olvido? Si queremos criticar al director de "Tiburón" y "E.T.", podemos resaltar esta falta de riesgo.
Hay, sin embargo, un punto a su favor que refleja una realidad latente en esta era de Netflix: frente al inventario inagotable que es el cine, las nuevas generaciones no están muy dispuestas a escarbar en el pasado. Prefieren lo nuevo y las dinámicas del algoritmo no ayudan demasiado a salir del ostracismo cultural. Spielberg se convierte entonces en ese profesor buena onda que nos dice, por ejemplo, que podemos encontrar a Shakespeare en la música que escuchamos y en las series que vemos. Su misión es actualizar las viejas fábulas porque son universales. Pero en vez de incentivar a descubrir el viejo film en redes sociales o a través de alguna entrevista, Spielberg hace algo más ambicioso: lo filma de nuevo, respetando el libreto y la estética original, pero vislumbrando el material bajo una mirada vigente. Convoca, además, a un elenco de actores jóvenes que pueden conectar con los espectadores del siglo XXI.
"West Side Story", versión 2021, es un ejercicio fiel a la obra original. Hay, por supuesto, algunas pequeñas modificaciones y un papel inventado para la ocasión que interpreta Rita Moreno, actriz de la versión de 1961. Sin embargo, las coreografías y la música, con su orquestación clásica, son ingredientes inalterables. Compuestas por el célebre Leonard Bernstein, con letras de Stephen Sondheim, canciones como "Tonight", "María", "America" y "Somewhere" son piezas fundamentales del cancionero popular estadounidense y, como pasaba en la cinta original, funcionan como pilares emocionales de una historia que no es más que "Romeo y Julieta" en el contexto de las pandillas callejeras de la Nueva York de los años 50. La violencia imperante no impide que Tony y María se enamoren. Todo es narrado, por supuesto, con las dinámicas del musical. Los enfrentamientos con cuchillo en mano son danzas. También las celebraciones, los momentos de soliloquio, las escenas de amor.
La secuencia inicial es una toma aérea con dron que hubiese sido imposible en 1961. Spielberg sabe cómo usar las herramientas tecnológicas de hoy, pero no está dispuesto a reemplazar la estética escénica y las paletas cromáticas de su fuente de inspiración. Y eso se agradece. Las coreografías funcionan a la perfección. También la interpretación de las canciones, el ritmo de las escenas, los desplazamientos de cámara y los movimientos de masas. Nada de esto sería posible sin un elenco que está a la altura del original (celebrado por contar con Natalie Wood como María y Richard Beymar como Tony).
"West Side Story" es un espectáculo para ver idealmente en una sala de cine- que nos enfrenta, sin embargo, a la pregunta inicial: ¿tiene sentido gastar millones en una obra que, más allá de todo, no dejará de ser una réplica en tiempos de productos desechables? Mejor dejemos que el tiempo hable.
En la versión original de "West side Story", natalie wood interpreta a maría; En la de spielberg, lo hace Rachel Zegler.
En resumen
Este es el primer musical dirigido por Steven Spielberg.
Por Andrés Nazarala R.
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