Siempre fuiste lo que el sociólogo Raymond Aron llamaba un "observador comprometido", Esto significa que nunca estuviste en ninguna trinchera, pero eso no implica que carecieras de ideas o que fueras simplemente neutral. Te caracterizaste por decir lo que pensabas y lo hiciste con independencia de juicio. La gente te respetaba, aunque muchas veces se sentía incómoda: le parecía que el registro de tu voz era muy diferente a los tonos más habituales en el medio nacional.
Si bien estabas en la centroizquierda, eras difícilmente encasillable. Nunca vacilaste a la hora de criticar ideas o conductas de políticos que pertenecían a "tu sector", pero que no eran buenas para el país. En suma, siempre pensaste que el bien de Chile no coincidía con el bien de la izquierda y menos con el de un determinado partido político.
De un tiempo a esta parte, empero, te encuentras en un entorno hostil. Los que antes respetaban tu mesura, hoy te fustigan en las redes sociales y hablan mal de ti a tus espaldas. Se vio con claridad en la última elección presidencial. No quisiste sumarte al apoyo irrestricto a uno de ellos con el pretexto de lo terrible que era el otro. Te parecía evidente que en sus proyectos había puntos muy discutibles, y no estuviste dispuesto a callarlos con la excusa de que de ese modo se favorecía al "enemigo". Hoy como ayer no aceptas chantajes y te resistes a la idea de entender la política bajo el esquema amigo/enemigo.
En suma, si antes eras especialmente valorado, ahora te has transformado en un homeless político, en alguien que carece de un techo bajo el que refugiarse. Esta orfandad la has experimentado desde hace un par de años y te desconcierta y duele. Para colmo, ves a los políticos de la ex Concertación completamente desorientados.
¿Qué puedo decirte en estas circunstancias? Dos cosas. La primera es que estás condenado a caminar en la intemperie. No es grato, pero tú nunca pensaste que la vida debía ser cómoda.
Lo segundo es que, cuando te leo y te escucho, no puedo evitar el pensamiento de que en Chile la cancha política está mal dibujada. Yo soy de derecha, y sin embargo, suelo estar de acuerdo con lo que afirman Cristián Warnken, Ascanio Cavallo o Jorge Correa Sutil, que supuestamente están en otro lado de la geografía política nacional. ¿No te parece raro?
En estos últimos dos años hemos sido testigos de sucesos que han cambiado al país, en muchos casos de manera negativa, aunque han tenido algunos efectos interesantes, como hacernos descubrir muchas afinidades con personas que piensan diferente.
Pienso que, de ahora en adelante, la forma de distinguir las posturas políticas de la gente no tendrá que ver tanto con su pasado como con la manera en que enfrenta los problemas de la vida en común. Dicho con otras palabras, lo que nos define es nuestro talante político, una cierta aproximación a las cosas; en definitiva, un tono.
Pongo un ejemplo. En estos días hemos sido testigos del espectáculo que dio la Convención a la hora de elegir su presidencia. ¿Cómo lo vio el actual vicepresidente? Sus palabras son elocuentes: "Yo estoy más bien contento y conforme con lo que fue el trabajo entre el 4 y 5 de enero. Creo que el país no está acostumbrado a ver esta forma de deliberación masiva, abierta, al aire libre, sin paredes". Para él, se trata de "una democracia en tiempo real", que estamos construyendo ahora, empujados por las nuevas generaciones, más puras que las del siglo pasado.
A ti, en cambio, ese ejercicio te recuerda las peores asambleas estudiantiles, esas que se prolongan hasta las cuatro de la mañana y donde resulta imposible argumentar. Para ti, la democracia consiste en dar razones dentro de un espacio apropiado, libre de dominio. Son, en definitiva, dos formas opuestas de concebir la política.
Jaime Bassa, a quien pertenecen esas palabras, nos dirá que somos unos nostálgicos del pasado y que el futuro le pertenece a los que piensan como él. Yo sólo le recordaría que su futuro algún día también será pasado.