En la era de la información, los canales comunicativos son variados. Nos informamos a través de los medios de comunicación de masas tradicionales (televisión, radio, prensa) y también a través de las redes sociales. En esto no existe ningún problema, al menos no debería, pero en tiempos aciagos donde priman la desesperanza y los constantes cambios sociales, medioambientales, sanitarios, personales y culturales, puede llegar a revestir importantes problemas. Son tiempos confusos, desordenados y mareadores. Tiempos en los que la cortesía se olvida, la utilización de la falacia como método argumentativo prima y se toman la palestra informativa.
Ya lo vemos en la descontextualización de la información donde se les atribuyen contextos falsos o engañosos a noticias cuyos fundamentos no radican en lo que se quiso informar, y vemos que cada vez más personas adscriben a este tipo de noticias y no se conforman con las evidencias, sino que objetan una y otra vez las pruebas que se les entregan. En general se cree que los estados depresivos tienden a fomentar este tipo de conductas, en los tiempos que corren no pareciera extraño.
¿Qué podemos hacer ante esta situación de descontrol informativo? Primero debemos procurar ser buenos comunicadores, ser elocuentes y dar la información precisa, no dejar espacios a ambigüedades. Respetar las reglas de cortesía, mantener la calma y el contacto visual, no menospreciar al interlocutor, usar un vocabulario amigable y, sobre todo, hacer frente a las falacias con argumentos sólidos y veraces, dando paso al pensamiento crítico, realizar preguntas y contrapreguntas de manera que el compañero comunicativo pueda cuestionarse.
Pero sobre todo, recordar el primer axioma de la comunicación. La imposibilidad de no comunicar.
No hay que olvidar que, en términos técnicos, la comunicación es la acción consciente de intercambiar información entre dos o más participantes con el fin de transmitir o recibir información. Podemos comunicar de manera oral, mediante palabras, y de manera no oral, a través de gestos.
"Es imposible no comunicar", decía Paul Watzlawick hace casi 40 años en su obra "Teoría de la Comunicación". De esta manera, se da forma a la premisa de que cualquier comportamiento perceptible, incluida la ausencia de acción, tiene el potencial de ser interpretado por otras personas como si tuviera algún significado. En otras palabras, nos comunicamos aun cuando no queremos hacerlo.
María Gabriela Cabrera, académica de la UNAB