"Existe cansancio, pero es opacado por las ganas de construir un país mejor"
Redacción
Llegó un momento en el que Gaspar Domínguez reconoció que la intensidad de las discusiones, el nervio de las votaciones y la intensa carga de trabajo, pueden terminar afectando la salud y la vida familiar de los convencionales. No lo dijo como una queja, sino que, como es médico, sabe que este cóctel de ansiedad, debate y confrontación de ideas en algún momento puede pasarle la cuenta al cuerpo.
Domínguez (Independientes no neutrales) tiene 33 años, es el vicepresidente de la Convención Constitucional y se traslada todos los días en bicicleta al centro de Santiago para guiar junto a María Elisa Quinteros, la presidenta del organismo, al grupo de convencionales que el martes inició las votaciones en el Pleno, una de las etapas finales del proceso que tiene por objetivo proponer al país un nuevo texto constitucional.
-Como el tiempo apremia, usted hizo un llamado a apoyar las iniciativas que puedan "flotar" y abstenerse de las que no. ¿Funcionó el llamado?
-A mi juicio, en algunas comisiones sí se vieron las coordinaciones y los consensos que permitieron efectivamente concentrarse en las iniciativas que de alguna manera tengan mayor probabilidad de conseguir los votos necesarios para ser aprobadas. El llamado, por cierto, en ningún caso es a priorizar una norma sobre otra, porque todas las normas tienen el mismo estatus y el mismo derecho de ser discutidas, sino más bien a que los propios autores de las normas busquen los consensos amplios a fin de poder consensuar y que tengan más posibilidades de ser aprobadas.
-¿Ocurrió en alguna?
-Sí, por ejemplo en la Comisión de Derechos Fundamentales había que hacer más de 100 votaciones, y los autores consensuaron y finalmente terminaron realizándose 27 votaciones.
-¿En cuál no se logró el objetivo?
-Creo que hay una tendencia de pragmatismo orientada a pensar en clave de dos tercios, que es un poco el objetivo que nosotros queríamos proponer.
-¿Qué le dicen sus amigos, la gente en la calle, sobre la imagen que proyecta la Convención?
-Pienso que en general la tensión se ha posicionado sobre iniciativas de norma que por alguna razón pueden generar mayor interés público, pero que no necesariamente son las iniciativas que tengan mayor apoyo, ni tampoco las que tengan mayor probabilidad de prosperar. Eso ha generado una disociación de la realidad en cuanto la percepción que pueden tener las personas que se informan por medios de comunicación tradicionales; y puede ser que las votaciones que se están llevando a cabo son en base a normas que en realidad no ocupan el principal espacio de la agenda de la Convención.
-Carlos Peña escribió hace poco que "en muchas iniciativas que se han presentado hay tonterías o ideas mal fundamentadas y casi siempre una confusión conceptual que en un estudiante universitario resultaría inaceptable".
-Si el objetivo hubiera sido que el texto constitucional fuera escrito por grandes expertos, no hubiéramos hecho una elección democrática, sino más bien un concurso público, y hubiéramos llamado a los más grandes expertos de todas las universidades. Pero ese no era el objetivo. El objetivo era más bien elegir personas que representaran distintos sentires y distintos colectivos de la sociedad. En ese sentido, es legítimo y razonable esperar que desde el punto de vista técnico no sean los mejores. Lo importante es la idea política que se pone y que a través de los convencionales esta discusión pueda ser llevada a términos jurídicos correctos.
-En la Comisión de Derechos Fundamentales aprobaron un artículo que usted celebró en Twitter. ¿De qué se trata?
-Esa fue la primera iniciativa popular de norma aprobada en la Convención Constitucional. Es una iniciativa que busca el derecho a la identidad y que fue construida por un grupo de personas de disidencias sexuales. Básicamente, lo que busca es que las personas tengan el derecho a poder identificarse no necesariamente conforme a su cuerpo biológico, por ejemplo, y de alguna manera esto ayuda a avanzar en la reivindicación de demandas que vienen desde el mundo de la disidencia sexual. Hay que precisar que estas normas fueron votadas en la Comisión y pueden sufrir algunas modificaciones, y probablemente se van a modificar para poder adaptarse a otras iniciativas similares y lograr amplios consensos.
-¿Qué pasa si no hay consenso y termina desechándose?
-Las iniciativas que no logran los consensos serán iniciativas que no terminarán en el texto constitucional. Si queremos que estas iniciativas estén representadas en el texto, es necesario llegar a los consensos.
-¿Qué le parece la forma en que están transmitiendo su preocupación los convencionales que están más por el status quo en la discusión de normas que abordan, por ejemplo, los derechos de agua, la minería, la propiedad?
-Existen diferencias legítimas entre distintas posiciones políticas y por cierto que muchas veces también es esperable que cuando convencionales vean o sientan que la discusión está avanzando hacia un lugar distinto al que ellos vean que es el mejor, es legítimo que haya algún grado de preocupación. A mí la democracia no me genera preocupación y creo, y tengo la convicción, de que estos discursos abiertos, públicos transparentes, con participación, nos van a llevar a un lugar mucho mejor que el que estamos ahora.
-¿Existe algún compromiso de cooperación en la Convención, un sentido de comunidad, un grupo que esté de acuerdo para avanzar en las normas y no estancarse en discusiones estériles?
-Tengo la percepción de que ese ánimo se ha ido construyendo y ha ido tomando fuerza cada vez más, porque el pragmatismo nos obliga a hacerlo. Vimos, por ejemplo, que en la etapa del reglamento hubo muchas votaciones de artículos que se ganaron apenas por pocos votos más que la mayoría absoluta, pero ahora para esta etapa eso no basta. Por eso nos vemos de alguna manera incentivados a tener que transar para poder aceptar posturas que logren consensos más amplios. No solo es una opción, es una necesidad.
-Parece justamente una obligación.
-Finalmente el pragmatismo se instala y tenemos, para efectos de lograr las transformaciones, que lograr consensos. Si no logramos ningún consenso y cada uno se queda en su trinchera, el resultado será que las transformaciones sociales no podrán realizarse a través de proyecto de Constitución, porque no se lograrán escribir los artículos transformadores.
-¿Qué ocurre, por ejemplo, cuando hay distractores como los insultos de Tere Marinovic y el tiempo se va en algo que terminará en una Comisión de Ética?
-¿Cuál sería la otra opción? Tiene que haber el derecho al debido proceso, lo hemos estado discutiendo. Cuando hay situaciones que no nos parecen, hay que hacer que las instituciones u organismos respectivos deliberen y definan. En particular el caso que usted me menciona de la convencional, a mi juicio ella ocupó un lenguaje que no correspondía, en un contexto que no correspondía. Es algo que no va en la dirección de lo que queremos fomentar, que es construir un espacio donde el diálogo sea respetuoso, donde el nivel de la argumentación, las palabras y del debate estén a la altura. En ese sentido, me parece del todo reprochable lo que ocurrió, pero no es un motivo para distraernos de lo importante: la discusión de normas constitucionales para lograr los consensos y las transformaciones.
-Esta semana le han preguntado mucho qué significa llegar a acuerdos. ¿Ha llegado a alguna conclusión?
-La principal conclusión es que no estamos acostumbrados a tener conversaciones en política que permitan llegar a acuerdos y consensos, y tiene que ver con que en Chile tenemos una forma de participación política muy poco desarrollada. De alguna manera estamos abriendo un espacio en el que no estábamos acostumbrados a incursionar, el espacio de la deliberación política.
-¿Qué le falta a la Convención, qué echa de menos?
-Creo que lo que nos falta son instancias en que podamos encontrarnos como personas y no solo como constituyentes. Esas instancias favorecerían la posibilidad de poder conocernos más y probablemente facilitaría las condiciones de diálogo.
-¿Hay espacio?
-Es complejo, porque el tiempo es escaso, pero vamos a tener encontrar la forma de poder incorporar estas estrategias blandas de interacción.
-Usted habló de cansancio.
-Para mí esto es como estar en un turno de urgencia, pero que no se acaba y va a durar seis meses. Estoy al pie del cañón, esperando que avance y termine bien.
-¿Cómo ha visto a sus más de 150 compañeros?
-Por cierto que existe cansancio, pero es opacado por la esperanza y las ganas de construir un país mejor.
"Si el objetivo hubiera sido que el texto constitucional fuera escrito por grandes expertos, no hubiéramos hecho una elección democrática, sino un concurso público"
"Para mí esto es como estar en un turno de urgencia, pero que no se acaba y va a durar seis meses. Estoy al pie del cañón, esperando que avance y termine bien"