Terremoto y tsunami del 22 de mayo de 1960 en Valdivia: recuerdos en primera persona
El sismo de magnitud 9,5 cuya duración se estima en interminables ocho minutos, y el devastador maremoto que arrasó con centenares de kilómetros de zonas costeras, cruzando todo el Pacífico, marcaron a generaciones de chilenos, especialmente en la actual capital de la Región de Los Ríos.
E próximo domingo 22 se cumplen 62 años del terremoto de Valdivia, que con magnitud 9,5 sigue siendo el mayor sismo registrado en la historia. Con una ruptura de casi mil kilómetros entre Biobío y Aysén, generó un devastador tsunami que no solo provocó inundaciones que se han llegado a estimar entre 10 y 25 metros, sino que además atravesó todo el Pacífico, provocando muertes y destrucción en lugares tan lejanos como Hawái y Japón.
El gigantesco sismo duró aproximadamente ocho minutos y dejó más de 2.000 víctimas fatales en el país, aunque hay estimaciones que elevan la cifra a cerca de 3.000. Datos impactantes que constituyen solo una pálida revelación de la magnitud de la tragedia, cuyos detalles permanecen porfiadamente inalterables en la memoria de quienes la vivieron.
En 2016, mientras estudiaba la forma en que fueron impactadas las comunidades costeras frente a la zona de ruptura, un equipo científico liderado por Patricio Winckler, académico de la Escuela de Ingeniería Civil Oceánica de la Universidad de Valparaíso e investigador del Centro Nacional de Investigación para la Gestión Integrada de Desastres Naturales (CIGIDEN), emprendió la tarea de rescatar la memoria de los sobrevivientes.
Los científicos recorrieron algo más de 40 asentamientos y entrevistaron a 48 personas, información que plasmaron en el documento "El tsunami de 1960. Una historia esquiva", escrito por Winckler en coautoría con Sebastián Trujillo, Eduardo Emparanza y Manuel Contreras-López, con la participación de Matías Carvajal, Adolfo Andaur, Fernanda Cortés, Felipe Espinoza, Camila Guerrero, Cristián Larraguibel, Alejandra Gubler y Manuela Penas.
A este texto, que integrará una obra en elaboración en el Doctorado en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad de la Universidad de Valparaíso, se le suma como complemento el corto documental "Tsunami de 1960: la ciencia de la memoria", al que corresponden los siguientes dos testimonios.
La desgracia golpea a toltén viejo
Al sobrevenir el desastre, Joaquín Martínez Silva tenía 16 años y vivía en Toltén Viejo, provincia de Cautín, a unos 100 km de Temuco, localidad que fue arrasada por el tsunami y refundada como Nueva Toltén, a unos 6 kilómetros aguas arriba del río del mismo nombre. Ese día él perdió a su madre y a una hermana pequeña.
Recuerda que con el primer temblor "se empezaron a abrir grietas y el agua saltaba como llave pa'rriba; era agua como con cenizas", lo que para los científicos pudo corresponder al fenómeno de licuefacción, en que a causa de saturación de agua y del movimiento sísmico, los suelos recientes de arena o grava pierden su firmeza y fluyen.
Relata que él y los suyos atinaron a "afirmar la casa nomás", sin sospechar lo que vendría. "La mar no demoró nada en llegar. Nosotros teníamos un bote en el río y cuando nos dimos cuenta estaba parado, hasta que reventó el cordel y subió arriba del potrero".
"Alcanzamos a correr como 100 metros desde la casa, había un cerco tranquero bien grande y ahí nos subimos. Cuando para la correntada, me doy vuelta y miro para atrás, donde estaba mi mamá, y ella ya no estaba. Se había ido con una hermanita".
"Tiene que haber habido agua en por lo menos 20 metros de altura. Era una correntada enorme, no se aguantaba ningún árbol". Junto a su padre, hermano y otras personas, se salvaron trepando a una casa que fue arrastrada varios kilómetros por el tsunami.
"hacen casas y no presienten el peligro"
"Empezamos con el temblor y después vino el maremoto. El mar se secó para adentro. Y de repente se levantó como un volcán, se vino y arrasó donde nosotros trabajábamos", relata María Rosa Acum en el sector costero de Pucatrihue, a 68 km de Osorno.
"Pasó como una tira de agua, alcanzamos a salir con lo puesto y arrancamos para la cordillera. Después vino otra y la casa se la llevó entera. Los que quedamos subimos bien arriba y desde ahí mirábamos el mar que entró por los esteros. Era impresionante".
María Rosa encuentra imprudente que se haya vuelto a construir donde mismo, en la parte baja o a mitad de cerro, frente al mar. "Ahora la gente no halló nada más bonito que hacer casas en vez de plantar verde. No presiente el peligro de que puede volver a repetirse. ¿Qué pasaría? ¡No quedaría nada! El tiempo pasó, todos siguieron su rutina, trabajaron, y esto quedó como recuerdo...de los que se acuerdan".
Los dos testimonios siguientes corresponden a Valparaíso y no tienen vinculación con el estudio científico.
El terremoto gigante en valdivia
Aquella tarde, Nancy Alvarado y su prima Ada Pozas, que recién salían de la adolescencia, estaban pegadas a la radio en la casa familiar de calle Baquedano, en la parte alta de Valdivia, distante unos 15 minutos a pie de la plaza. Escuchaban asombradas las noticias sobre el terremoto que en la madrugada del día anterior había asolado Concepción y la zona del Biobío.
En eso estaban cuando sobrevino el ruido y el violento movimiento que Nancy -hoy residente en Valparaíso- recuerda como un infierno interminable. "Nos afirmamos como pudimos bajo el dintel de la puerta para que no nos botara. No podíamos creer que el suelo se estaba sacudiendo de esa forma, pero era así y no terminaba nunca. Después se supo que había durado cerca de diez minutos".
La casa de madera la había construido su abuelo y resistió sin grandes daños los embates del gigantesco sismo. Pero al revivir esa trágica tarde, Nancy reencuentra en su memoria una profusión de datos reveladores del horror de aquel desastre.
Cerca de su casa había una granja y desde allí se oyó mugir a las vacas prolongada y lastimeramente antes del terremoto. "Los animales siempre avisan estas catástrofes", dice. Ella vio literalmente avanzar el suelo en movimiento y derrumbar una vivienda de tres pisos que se desarmó como si fuera de naipes, quedando desparramada por completo.
"Lo más terrible fue que la tierra se agrietaba, se separaba y volvía a juntarse. Mi prima vio caer al interior de una de estas grietas a un joven que era sastre y que iba arrancando. Yo pensé que en ese momento se acababa todo, que íbamos a morir", recuerda.
EL MAREMOTO Y la amenaza deL RIÑIHUE
La ubicación de la vivienda en la parte alta les ahorró el otro golpe, el del maremoto. Como se decretó toque de queda, nadie podía salir de su casa, "y en todo caso hacerlo era un suicidio porque seguía temblando y nada era seguro". Tampoco había agua ni electricidad, de modo que los valdivianos no supieron con certeza la magnitud de la tragedia, más allá de lo que veían en sus barrios, hasta varias horas después.
La familia de Nancy instaló una carpa en el patio, pero nadie pudo dormir en medio de las temibles réplicas, la lluvia implacable y el frío. Después se agigantó el otro peligro: debido al terremoto, diversos derrumbes bloqueaban el desagüe del lago Riñihue por el río San Pedro -que llega a Valdivia antes de desembocar en el mar-; el nivel del agua no paraba de subir, amenazando con desbordar y arrasar con lo que quedaba en pie. Dos meses más se prolongó el miedo de los valdivianos, hasta que el 24 de julio el lago empezó a vaciarse controladamente tras la llamada "Epopeya del Riñihue".
El despliegue de los organismos de emergencia, del gobierno y de la cooperación internacional fue lento. Aeródromos, puertos, caminos y red ferroviaria estaban destruidos en la zona del desastre. Mientras, a los damnificados empezaban a faltarles los alimentos. "Personal del regimiento iba a los barrios con sus marmitas repartiendo comida. Después comenzó a llegar ropa, frazadas y otro tipo de ayuda que distribuía Caritas Chile. Estados Unidos instaló un hospital de campaña porque el de Valdivia se cayó, como tantos otros edificios e instalaciones", rememora.
catastróficas inundaciones EN los sectores bajos de valdivia y en la extensa zona de ruptura.
Rosa Zamora Cabrera
rosa.zamora@mercuriovalpo.cl