¡Hum!, no nos aislemos. ¿Solicitud, ruego? Ahora, ¡todo! Es imprescindible, fundamental superar el individualismo y pasar a la interrelación, paulatina, sostenida, al diálogo. Es imperioso, transitar en la especie homo sapiens a la mejor versión de homo loquens, 'hombre que habla, que dialoga', o si se quiere a un animal dialogante.
Luego, es cardinal caminar al mejoramiento de nuestros modos de relacionarnos. Hay que abandonar el yo, ese yo ensimismado, taciturno, silente, y dar pasos, unos, los primeros, a que nuestras metas en la vida sean poner en común sueños, ideales, propósitos consensuados de dos, mínimo.
Quizás si lo primero sea abandonar esa idea de que todo se reduzca a éxito, triunfos, premios, fama, aplausos, luces, y que todo redunde en bienestar individual. Si obramos así, lo único que podemos asegurar es que todo derivará en que la calidad de la relación entre las personas se deteriorará, se malogrará, todo se arruinará. En suma, la relación interpersonal se opacará.
En cambio, si tendemos a extender nuestras ideas, sentimientos, valores, conocimientos a nuestro prójimo la calidad de vida mejorará, e incidirá en una convivencia social optimizada. Y ya hablamos de trato, de nuevos tratos, quizás.
Trato implica, por lo pronto, acuerdo, unión, armonía y, por añadidura, confianza, serenidad, franqueza, propósito, buen propósito, añadimos. Y si no se ha concordado antes, si no ha habido acuerdo alguno, es hora de un trato, verbal, ¡ya! Si todo deviene en concordancia, bien, mejor. Si algo fallara, si algo se desordena, es hora de un nuevo trato. Y con seguridad, mucha seguridad, la confianza ha resultado afectada.
¿Qué hacer? Restablecer la confianza, recuperarla, reconstruirla. Es evidente, la desconfianza ha ganado terreno y si no se contiene, el daño puede ser enorme; la desconfianza se instala por descrédito, por exceso de transparencia, por querer saberlo todo, por haber afectado la dignidad de las personas, de algunas organizaciones, de ciertas instituciones.
¿Qué hacer en este nuevo escenario? Conocer, conocerse mejor, saludar, saludarse, dar las gracias, escuchar atentamente, aguzar todos los sentidos, entre otras tantas buenas medidas.
Nuevo trato. Todo nuevo trato, cualquier nuevo trato debe implicar un mejoramiento en el modo de relacionarnos, eso con independencia de qué está en el centro de ese nuevo trato. Todo se ha de edificar desde la base, otorgándole especial importancia al cómo hacerlo. Nuevas miradas, nuevas voces, nuevos verbos, nuevos sustantivos, nuevos énfasis, mirada en lontananza, timón firme, más, mucho más.
Nuevos tratos. ¿Con qué fin? ¿Cómo hacerlo? Restableciendo heridas, mirándonos a los ojos, tendiendo puentes. Como bien se ha señalado, las heridas humanas deben repararse humanamente, con humanidad, teniendo en cuenta la persona, la dignidad de la persona. No es la materialidad, no es lo metálico lo que debe mediar. A quien hemos herido, nos espera renovados, por tanto, hemos de dar un giro en unos cuántos grados.
Y esta no es tarea de unos, es tarea de todos, quizás de unos más, quizás de unos menos. Todos somos los invitados. ¡Intentémoslo! ¿Les parece?
Raúl Caamaño Matamala
profesor
Universidad Católica de Temuco