Agencias
Las altas temperaturas han sido las protagonistas del verano 2022 en París, con tres largas olas de calor que pusieron la ciudad a prueba dejando en evidencia su falta de adaptación. La situación se pondrá peor en las próximas décadas, por la que urbanistas y ecologistas llaman a transformar la capital empezando por sus famosos techos de zinc.
Estos techados grises son la pieza más reconocible de los edificios haussmanianos, llamados así por el Barón Haussmann, responsable de la renovación que convirtió París en la estampa que es hoy: amplios bulevares, fachadas unificadas, una transformación faraónica de costos colosales que acabó con el viejo París medieval imponiéndose en muchos casos a los vecinos.
Pero el París de los últimos 150 años se quedó obsoleto ante los problemas que acarrea el calentamiento global, con olas de calor cada vez más frecuentes. Los grandes bulevares funcionan como islas de calor y las viviendas están totalmente expuestas al sol.
"El desafío ahora es llevar a cabo una transformación haussmaniana en poco tiempo, pero sin fusiles, con un proceso democrático. El desafío está en la enormidad de las obras, el financiamiento, el saber hacer técnico y la aceptabilidad de la población", explica a Efe Alexandre Florentin, concejal de París por los ecologistas.
Florentin preside la misión "París a 50 grados" que entre octubre y marzo tratará de buscar consenso entre los representantes políticos y estudiar los posibles cambios que necesita la capital.
Para sacudir conciencias, Florentin repite una pregunta que se ha convertido en su lema: "Hay tres opciones, o nos asamos, o huimos, o actuamos. Estamos hablando de enormes desigualdades sociales porque los pobres se quedarán y los más ricos se irán. Yo decidí actuar".
¿Cómo sería entonces un París preparado para soportar los cada vez más intensos episodios de calor?
"Lo más importante es la vegetación. No se ha inventado nada mejor que los árboles para refrescar una ciudad: dan sombra y durante la noche evacuan el calor del suelo hacia el cielo. Una ciudad adaptada es una ciudad vegetal con calles donde hay una vía para la naturaleza", señala el ingeniero Franck Lirzin, autor del libro "Paris face au changement climatique" (París ante el cambio climático).
Lirzin, que trabaja en el Ministerio de Economía y Finanzas y asesoró al presidente francés, Emmanuel Macron, en la campaña electoral en cuestiones de urbanismo y renovación de edificios, fue uno de los primeros en señalar el asunto de los techos de zinc, pero sabe que el cambio sería muy difícil.
"París es una ciudad muy orgullosa que no quiere tocar en lo más mínimo sus edificios. Pero es una ciudad demasiado mineral, con fachadas sin protección y ventanas sin postigos ni parasoles. La adaptación pasa por tejados aislados, no necesariamente en zinc, con vegetación y muros más gruesos", describe.
Inspiración mediterránea
En su libro, Lirzin escapa al pesimismo para imaginar un París que, si bien no podrá ya evitar las temperaturas de 45 o 46 grados en las próximas décadas -en el cemento del suelo o de los tejados ha llegado a alcanzar ya los 50 o 60 grados-, si podría salir embellecida del desafío y ser más cómoda.
La Ciudad de la Luz pasaría a ser conocida como la Ciudad de la Naturaleza, fantasea, con muchos más espacios de sombra, fachadas vegetales, vecinos conscientes que han creado vergeles en sus balcones y patios interiores al estilo andaluz.
Aunque París lleva años intentando que sus techos en zinc sean considerados patrimonio mundial por la Unesco, Lirzin invita a arquitectos y a la Administración a pensar a en la modificación de estos edificios, que dentro de unos años "serán inhabitables".
"París siempre ha privilegiado la estética a la comodidad. Por eso nos inspiramos mucho de la arquitectura mediterránea donde el clima siempre ha estado presente. Hay técnicas pasivas que no consumen energía: muros más gruesos, ventanas más pequeñas, techos que dan sombra o los patios vegetales, que permiten evacuar el calor", dice.
Soluciones colectivas
Uno de los retos de la transformación que París podría iniciar será convencer a los parisinos de que instalar aire acondicionado en sus casas no es la solución. Como hasta la fecha las olas de calor eran puntuales, la mayoría de las casas no están equipadas con sistemas individuales, que son también energívoros.
Lirzin y Florentin coinciden en que hay que buscar soluciones más virtuosas y preferiblemente colectivas, a nivel de barrios o edificios, como la refrigeración urbana.
Pese a haber colaborado estrechamente con Macron, que defiende un ecologismo que no frene el crecimiento económico, Lirzin está de acuerdo con el ecologista Florentin en otro punto.
"No podemos continuar pensando que la tecnología únicamente nos bastará para adaptarnos. Hay que ir más allá y cambiar costumbres, la forma de construir los edificios, y sobre todo hay que movilizar suficiente dinero para transformar la ciudad y alcanzar la neutralidad de carbono", defiende el ingeniero.