SMS Dresden: el hábil fugitivo de los canales australes
Al inicio de la I Guerra Mundial, un buque alemán logró evadir a sus persecutores ingleses ocultándose en los fiordos patagónicos. Relatos de valentía, colaboración y de hasta un enigmático tesoro, forman parte de las historias que rodean a la nave que fondeó en Quintupeu.
A principios de 1915 los canales del sur recibieron una inesperada visita. El crucero ligero SMS Dresden, un buque de la Marina Alemana que se resguardó de la Real Armada Británica en plena I Guerra Mundial.
Cruzando por la estrecha boca del fiordo de Quintupeu (hoy territorio de la comuna de Hualaihué), el Dresden se introdujo en un canal que le permitió despistar a la escuadra inglesa, ello gracias al apoyo de descendientes de alemanes que varias décadas antes habían arribado a este rincón del mundo.
Hoy un céntrico café de Puerto Montt recuerda esa historia. "Trabajé en la industria del salmón y visitaba regularmente un centro de cultivo en el fiordo. Allí los trabajadores locales me contaron la historia de un buque que se había fondeado para evadir a sus persecutores. Encontré fascinante la historia y para aportar a la historia local, le puse Dresden a nuestro restaurante", relata el empresario gastronómico Jaime Wilson.
Exhibiendo con orgullo una maqueta de la nave, recibida de regalo por familiares de un sobreviviente del buque del Kaiser, comenta que "hay curiosidades en la vida, mi apellido es de origen inglés, pero mi emprendimiento lleva el nombre de un crucero alemán que escapaba de navíos británicos".
La relación del Dresden con Chile comenzó antes de su escondite en Quintupeu. El 1 de noviembre de 1914 la flota germana propinó una inesperada derrota a los ingleses.
La escuadra de uno de los más brillantes almirantes alemanes, el conde Maximilian Von Spee, compuesta por los cruceros acorazados Scharnhorst y Gneisenau y los cruceros ligeros Leipzig, Nümberg y Dresden, cobró en la bahía de Coronel (Región de BioBío) la vida de mil 654 marinos ingleses, entre ellos el almirante sir Cristopher Craddok, además de hundir los cruceros Good Hoope y Monmouth, quedando el sur del Pacífico a merced de la escuadra germana.
La herida impactó el orgullo naval inglés, ya que en doscientos años no se había visto la derrota de la Marina Británica. En Londres se ordenó la inmediata partida del almirante sir Frederick Sturdee para dar caza a las naves de Von Spee.
Deseando más victorias, el conde germano emprendió rumbo al sur, llegando el 8 de diciembre a las cercanías de las islas Falkland. La moral de la tripulación está alta; aún saborean el triunfo de Coronel, sin presagiar lo que vendría.
A 15 millas de distancia, los alemanes divisan los mástiles de dos modernas naves inglesas, el Invincible e Inflexible. Los comandantes de los buques del Kaisser inician una frenética preparación para el combate. Habían llegado para sorprender a los ingleses al interior de Puerto Stanley, pero la presencia de esas dos naves de última generación obliga a Von Spee a tomar una rápida decisión: dividir su escuadra para cubrir la huida de sus naves más rápidas y livianas.
A bordo del Dresden el comandante Fritz Lüdecke, recibe la orden de evitar el combate y huir hacia el sur oeste. En las calderas los fogoneros no descansan. Lanzan constantemente carbón para producir la velocidad necesaria para el escape, ya que es seguido por los cruceros enemigos Kent, Cornwal y Glasgow. Del fracaso naval germano, sólo el Dresden logra escapar.
Fugitivo en aguas australes
Tras el desastre de las Falkland, el buque alemán se internó en aguas chilenas, comenzando una larga huida de tres meses que terminó en la isla Juan Fernández.
"El comandante Lüdecke forzó el andar del Dresden, superando sus 24,5 nudos de diseño (45 km/h), llegando casi a 27 nudos (50 km/h), y con sus calderas a reventar y consumiendo sus últimos restos de combustible, cruzó el cabo de Hornos, cincuenta millas al sur, en la noche del 9 de diciembre. Internándose por los canales Cockburn y Magdalena, al día siguiente fondeaba en bahía Sholl, noventa kilómetros al sur de Punta Arenas", relató Germán Bravo, miembro de la Academia de Historia Naval y Marítima de Chile, en el boletín del año 2015 de la institución.
Los británicos no deseaban que la única nave a flote de la escuadra de Von Spee se les escabullera, por lo que iniciaron una de caza por toda la región austral, sin encontrarla. Quien sí dio con su ubicación fue el buque Carlos Condell de la Armada de Chile, cuyo capitán se entrevistó con el comandante Lüdecke, entregando un claro mensaje.
"En la mañana del 11 de diciembre llegó a su costado (del Dresden) una lancha del cazatorpedero chileno Almirante Condell y su comandante le comunicó que, de acuerdo a la ley internacional, debía abandonar el lugar dentro de las veinticuatro horas, pues así lo exigía nuestra condición de país neutral", indica Bravo en su artículo.
Un día más tarde los alemanes llegaron hasta Punta Arenas, donde lograron conseguir carbón para alimentar las calderas. La noche del 13 de diciembre el Dresden dejó la ciudad magallánica para esconderse, sin realizar la totalidad de las reparaciones necesarias, ante la preocupación de ser descubiertos por los ingleses.
Después de salir del puerto, los canales fueguinos y de otros puntos australes serían los refugios de los 300 marinos fugitivos. Por varias semanas el Dresden cambió de posición dentro de la misma zona, período en que Albert Pagels, un viejo piloto y pescador alemán radicado en Punta Arenas se convirtió en un importante apoyo de la desesperada tripulación.
Con su goleta Elfriede de sólo nueve metros de eslora ubicó al buque alemán entregándoles víveres e informaciones.
En diálogo sostenido con El Llanquihue en enero de 2009, Manfred Boegel, hijo de August Boegel Klein, maquinista del Dresden que tras la guerra se radicó en Puerto Varas, recuerda los relatos de su padre sobre las audacias de Pagels.
"Sencillamente era un hombre extraordinario que prestó una valiosa ayuda al buque mientras permaneció oculto", dice.
Otra nave que apertrechó a los alemanes fue el mercante alemán Sierra de Córdoba, que navegó con absoluto sigilo y evitó ser detectado por el Glasgow y el Kent, llegando hasta el crucero liviano.
Diez días en Quintupeu
Una vez que el Dresden obtuvo algo de combustible para sus calderas dejó sus escondites australes y se dirigió al norte. La situación cerca de Tierra del Fuego era insostenible y en cualquier momento podía ser ubicado por los buques británicos, lo que estaba facilitado por la presencia de las naves que le prestaban apoyo.
Días después llegó al fiordo de Quintupeu, fondeadero de estrecha entrada emplazado 23 kilómetros al sur de la actual ciudad de Río Negro Hornopirén y a poco más de 100 de Puerto Montt. Rodeado de enormes acantilados con cascadas de agua dulce y con una boca donde apenas cabía el buque, era el escondite perfecto. En estas latitudes el apoyo de las familias de origen germano era sólo cuestión de tiempo.
"Cuando llegaron a Quintupeu comenzaron a cortar árboles, ya que carecían de otro tipo de combustible hasta que fueron contactados por la familia Oelckers, de Calbuco, que tenían buen pasar a económico y ayudó en el abastecimiento de la nave y entregando noticias acerca de cómo transcurría la guerra, además de proporcionarles la ubicación de los barcos ingleses. Incluso él Kent rondaba las cercanías de la isla Llancahue" contó Manfred Boegel en 2009.
De acuerdo a relatos que escuchó desde niño de boca de su padre, el crucero alemán habría permanecido cerca de 10 días en ese punto de la actual provincia de Palena.
En ese período aprovecharon de realizar reparaciones y varias piezas de la maquinaria del buque fueron trasladadas a Puerto Montt para ser refaccionadas, gracias a la colaboración de Carlos Oelckers, quien tenía una flota de cabotaje regional con varios veleros. En uno de ellos y con absoluto sigilo trasladó las partes del Dresden, además de abastecer al buque de pertrechos.
"Además de los barcos, nuestra familia tenía una maestranza en Puerto Montt, donde llegaron varias piezas para su arreglo", cuenta Osvaldo Oelckers, ex alcalde de Hualaihué y nieto de Carlos Oelckers.
El profesor de historia e historiador regional, Pablo Fábrega, confirma los relatos sobre el apoyo brindado al buque en estas aguas. "Hace algunos años conversé con Sofía Boegel, docente del Colegio Germania de Puerto Varas e hija de un miembro de la tripulación del Dresden (August Boegel), quien destacó la ayuda ofrecida por la colonia germana al navío. Ella también recordó el profundo sentimiento de pertenencia de su padre a la Alemania imperial, y su más profundo rechazo a la ideología nacional socialista que surgió en décadas posteriores".
Después de su corta estadía en la zona, el crucero se hizo nuevamente a la mar, recibiendo carbón y alimentos del Sierra Córdoba, continuando su viaje hasta la isla Juan Fernández, anclando en la bahía Cumberland -a 500 metros de la costa- la mañana del 9 de marzo. En el trayecto habían sido perseguidos durante cinco horas por el Kent, y también habían avistado al Glasgow y al Orama. La situación era compleja, escaseaba el carbón y necesitaban realizar reparaciones.
Batalla final
A las 08.00 del domingo 14 de marzo, tres siluetas avanzaban desde el este con sus banderas izadas al tope. Después de una persecución que se extendió por casi todo el verano, los buques de la escuadra inglesa habían alcanzado al escurridizo crucero alemán.
A 3 mil 500 metros de distancia, el acorazado Kent disparó contra el Dresden. Lüdecke ordenó cubrir los puestos de combate y contestar el fuego enemigo. Después de recibir los primeros impactos "los pañoles de municiones y los cañones de popa quedaron inmanejables", dice la declaración prestada por el comandante de la nave alemana, la que figura en el Anal de 1915 del ministerio de Relaciones Exteriores de Chile.
Desde el oeste dispararon el acorazado Glasgow y el transporte Orama. Sus proyectiles perforaron el casco del buque alemán, matando a ocho tripulantes y un guardiamarina.
Los alemanes buscaron dialogar con los ingleses, apelando a sus averías y a su presencia en aguas territoriales chilenas. En el mismo documento oficial de la Cancillería se indica que después de haber intercambiado fuego con el enemigo se izó la señal de "se enviará parlamentario". La respuesta inglesa a ese intento fue tajante, si el crucero no se rendía sería hundido.
En la nave alemana se ordenó hundir el buque y después de desembarcar a la tripulación, se hizo estallar el polvorín. Una gigantesca explosión estremeció al Dresden, que comenzó a incendiarse. Actualmente sus restos permanecen a 70 metros de profundidad en bahía Cumberland. En 1985 el naufragio fue declarado Monumento Histórico. Tras el combate, 15 heridos de la nave germana fueron transportados hasta Valparaiso. El resto de la tripulación quedó en Juan Fernández, hasta que los buques de la Armada de Chile, Esmeralda y Zenteno los trasladó al continente, arribando a Valparaíso el 20 de marzo.
En el puerto se enteran que serán internados hasta el final de la guerra, siendo trasladados para ello a la isla Quiriquina, frente a Talcahuano. Curiosamente a escasos 50 kilómetros de Coronel, lugar donde meses antes habían cosechado una aplastante victoria.
En ese lugar los marineros permanecieron hasta 1919, recibiendo las visitas y el afecto de la comunidad alemana residente en el sur de Chile. Desarrollaron gran cantidad de actividades, entre ellas trabajos de artesanía, los que eran adquiridos por gente de Concepción. Esta actividad marcó el futuro del maquinista August Boegel Klein, quien había estudiado en una escuela industrial en Prusia y a sus 23 años cumplía su servicio militar en el Dresden.
Junto a su camarada Jorge Schube, Boegel fabricaba objetos en bronce con singular maestría, los que por su calidad comenzaron a hacerse conocidos. "Un día recibieron la visita de unas religiosas de la congregación Inmaculada Concepción, que le solicitaron confeccionar una tapa para la pila bautismal de la parroquia Sagrado Corazón de Puerto Varas", relató en 2009 Manfred Boegel.
Al terminar la guerra, las monjas fueron a saludarlos y les ofrecieron traerlos a visitar el lugar donde estaba su obra. Posteriormente, les facilitaron un sitio cerca de la parroquia, donde estos dos marinos instalaron su primera maestranza quedándose definitivamente a orillas del Llanquihue.
Tesoro mexicano
Junto con la maqueta, otro preciado objeto de Jaime Wilson es una bandera del Imperio Alemán pintada a mano. Se trata del mismo diseño que flameó en los mástiles del Dresden y que le fue enviada desde Concón por Paul Huber, descendiente de uno de los marineros alemanes.
"La maqueta y la bandera son tesoros, pero el verdadero tesoro es el que habría trasladado el buque en sus bodegas", indica el empresario puertomontino.
Un año antes de su arribo a las costas chilenas, la nave sirvió en México, con la misión de proteger los intereses germanos en el país azteca, que esos días atravesaba por una revolución.
La leyenda cuenta que en sus bodegas se habría guardado el oro de los alemanes residentes en México, además de la fortuna del dictador Victoriano Huerta que era asechado por Pancho Villa.
Las riquezas nunca habrían llegado a su destino, porque el estallido de la I Guerra Mundial sorprendió al Dresden en alta mar, recibiendo la orden de interceptar mercantes enemigos en las costas americanas.
"Mi padre me confidenció que efectivamente el Dresden traía un tesoro desde México", contó en 2009 Manfred Boegel.
Lo cierto, es que hasta hoy se desconoce el paradero del oro.
Jaime Wilson recordó que en 2008 llegó a su restaurante un equipo de la televisión alemana Deutsche Welle. "Eran periodistas de investigación que llegaron a conversar conmigo, me comentaron lo del tesoro y sobre una teoría, que apunta a que el tesoro del Dresden no estaría en Juan Fernández, sino que en Quintupeu, por lo que regresarían con un pequeño submarino para explorar el fondo, pero a la fecha no han retornado. Tal vez esas riquezas están más cerca de lo que se piensa".