Avanza el voto obligatorio
Muchos parlamentarios quieren restablecer la decisión, ya que el voto voluntario no resolvió el ausentismo. Es evidente que hay un desencanto y desconfianza de la ciudadanía respecto de la actividad política.
Los registros electorales fueron reabiertos poco antes del plebiscito de 1988, con voto obligatorio. Desde entonces, la participación ha menguado con el correr de los años. La ley 20.568, que reguló la inscripción automática y voto voluntario fue promulgada el 23 de enero de 2012 y con ella se pretendía -supuestamente- resolver el problema de la alta abstención electoral.
No obstante, desde los comicios municipales de octubre de 2012, el ausentismo se ha elevado cada vez más y se hizo notoria la falta de interés de la ciudadanía por participar en los comicios. Incluso a inicios de 2020 la Cámara de Diputados rechazó un proyecto de ley que pretendía restablecer el voto obligatorio, a partir del plebiscito constituyente que se realizaba el 26 de abril, como una forma de enfrentar la alta abstención electoral. En la actualidad, el regreso del voto obligatorio avanza en el Congreso.
Es claro que con el cambio al voto voluntario se mantuvo una tendencia silenciosa, especialmente de jóvenes que nunca habían mostrado interés por votar. ¿Por quién sufragaría ese segmento? Analistas han dicho que difícilmente lo harían en su mayor cantidad por los bloques tradicionales, y ese es el punto más práctico para pensar que un regreso de la modalidad obligatoria tampoco resolvería el problema.
Pero la decisión del Congreso de que el reciente plebiscito de salida del proceso constitucional se rigiera por el voto obligatorio, ha llamado a muchos parlamentarios a querer restablecer la decisión, porque comprobaron que la medida de voto voluntario no resolvió el ausentismo. Por el contrario, éste aumentó. Sin embargo, pocos ponen su atención en analizar en qué razones se fundamenta ese alejamiento. Es evidente que hay un desencanto y desconfianza de la ciudadanía respecto de la actividad política.
Nuestra democracia no solo es imperfecta, sino también escasamente representativa. Lo más preocupante es que la democracia termine consumida por la propia democracia. Este es un sistema que exige conocimiento, educación y estudio. La democracia debe protegerse con esos valores, ya que en caso contrario puede ser presa de populismos de izquierda o de derecha.