Los servicios ecosistémicos en las ciudades, desde una mirada general, se definen como recursos ambientales que son bienes esenciales para la subsistencia de los humanos. Para su valoración se deben considerar las variables de cantidad, calidad, disponibilidad y espacio de ocupación. Interesante definición, porque nos hace dimensionar el rol que un humedal -un ecosistema en sí- puede alcanzar en cuanto a los servicios ambientales que provee a los ciudadanos y también a organizaciones públicas y privadas.
Para aproximarnos a la concepción de los humedales urbanos, como un bien valioso para una ciudad, variados estudios plantean que existe una creciente percepción social positiva sobre las funciones de estos espacios, valorando los procesos naturales que ocurren en los ecosistemas de humedales.
La regulación climática local, el control de anegamientos por lluvias, la reducción de la polución acústica urbana y zonas de extensión para el descanso y recreación de los habitantes, son algunos de los servicios ambientales que aporta un humedal urbano y que van en directo beneficio de quienes habitamos las ciudades. A lo anterior hay que sumar la gran capacidad de estos espacios para recargar acuíferos subterráneos, capaces de proveernos de agua dulce, la que también purifican, su contribución en la captura de dióxido de carbono (CO2), y que son un hábitat idóneo para la flora y fauna.
Si bien estos servicios, en esencia, son absolutamente dependientes de la relación entre estructuras y procesos naturales, lo que da sentido al concepto de "servicio" es la relación intrínseca entre medio ambiente y ser humano, lo que se hace tangible a partir de un sistema socio-ecológico, el cual busca medir el bienestar humano a partir del funcionamiento de los ecosistemas presentes.
Gonzalo Verdugo,
arquitecto y vicerrector regional
de la Universidad Mayor sede Temuco