Adiós al octubrismo
Los resultados de la Encuesta CEP de enero deben encender una luz de alerta para todo el mundo político, pero en particular, para el Ejecutivo. El Gobierno debiera tomar nota del drástico giro en la opinión pública que se ha generado desde octubre de 2019. Todo indica que el Gobierno se encuentra desfasado respecto de la actual dirección política, social y moral que expresa la ciudadanía.
Los fundamentos "octubristas" de la mirada social y cultural aún presentes en Apruebo Dignidad y que inspiraron su programa de Gobierno comienzan a desvanecerse, virando hacia una orientación mayoritaria en que se demanda una restauración de valores como el orden, la autoridad, la responsabilidad individual, el mérito, la libertad de elección y la apertura del libre comercio, entre otros.
Si bien esta dinámica de flujo y reflujo en las orientaciones sociales no es nueva, tampoco puede ser atribuida únicamente a oscilaciones azarosas. Notoriamente, ha ocurrido un paulatino desplazamiento en los valores que predominaron en el ciclo octubrista, hacia una normalización de estos, en donde vuelve a predominar la idea de orden y seguridad.
Las señales del Gobierno y la impronta de su gestión han provocado una severa y espontánea reacción ciudadana. También cabe advertir que el cúmulo de sentimientos de desesperanza, frustración y desatención de necesidades de primer orden como la seguridad, reflejados en la encuesta, pueden ser un terreno idóneo para que florezcan con mayor intensidad pulsiones autoritarias y populistas.
De ahí que, sea deber de la oposición el intentar dotar de mayor contenido a su oferta política, incorporando propuestas que conecten con estas demandas, pero también inyecten una dosis de esperanza en estas amplias mayorías desafectadas. Existe un "pasillo estrecho" entre la demanda por restauración de la autoridad y la legitimación del autoritarismo, entre la desafección con la democracia y la prescindencia de ella. Liderazgos responsables, la formulación de políticas técnicamente idóneas alineadas con las preferencias ciudadanas y la revalorización de nuestras instituciones democráticas parecen ser la mejor receta para superar este sombrío panorama.
La elevada expectativa ciudadana con que asumió el Presidente Boric devino en un temprano desencanto con su liderazgo, pero también en un predominio de un sentimiento de pesimismo y desesperanza, completamente contrario a uno de los slogans de campaña que el actual Presidente usó durante su contienda presidencial: "que la esperanza le gane al miedo".
Frank Sauerbaum
Diputado por Ñuble