Delincuencia anormal
La industria tiene un compromiso con la seguridad y eficacia de sus productos. A esa realidad no escapa Chillán, ciudad que de lucir una vida tranquila, pasó a sufrir coletazos criminales que la llevaron a integrar el grupo de metrópolis que formarán parte del Plan Calles sin Violencia
Según datos entregados por la empresa de investigación de mercados Ipsos, la sensación de inseguridad en los chilenos muestra un incremento del 85% en los últimos doce meses. Entre las causales de ello, se mencionan mayoritariamente las bandas criminales organizadas, el narcotráfico y el descontrol fronterizo. También se señalan responsabilidades a la escasa operatividad de la justicia, el reducido marco de acción que tienen las policías y la pobreza.
Lo cierto es que esa misma sensación tiene certezas en lo que vemos a diario en los medios de comunicación, donde nunca faltan en los informativos algunos delitos que hace diez años eran impensados en Chile. La gente tiene miedo y la desconfianza se ha vuelto un transeúnte permanente en las calles. A esa realidad no escapa Chillán, ciudad que de lucir una vida tranquila, pasó a sufrir coletazos criminales que la llevaron a integrar el grupo de metrópolis que formarán parte del Plan Calles sin Violencia, nueva estrategia implementada por el gobierno con la que se pretende detener este frenesí criminal que vive el país.
Sin embargo, existe una situación que tiende a ser más preocupante aún y que dice relación con la normalización de la actividad delictual. Paulatinamente y casi sin darnos cuenta, hemos pasado de la sorpresa ante estas situaciones a una suerte de impavidez. Ya cuesta sorprenderse porque lo que vemos a diario se ha ido convirtiendo en parte del paisaje. Peor aún sería que las mismas autoridades dejen salir la presión social de este problema para dar paso a la desidia, pues en ese caso cualquier medida sería ineficaz.
El llamado entonces es a no perder la capacidad de asombro. El combate a la delincuencia no sólo compete a las autoridades civiles y policiales, sino también a toda la comunidad. Urge cuidarnos entre todos, preocuparnos por nuestras familias y también vecinos. Proteger nuestros barrios y mantenernos alertas ante situaciones delictuales. Las policías no tienen una bola de cristal para saber dónde serán requeridos y en ello, el trabajo comunitario con los equipos de seguridad municipal, Carabineros de Chile y PDI es clave. El aporte ciudadano es vital y de hecho, las instituciones policiales lo agradecen porque la gente puede aportar información que es clave para conectar golpes certeros a la actividad criminal.
No nos descuidemos. Estar todos unidos en favor de nuestra seguridad y tranquilidad es la clave para poner de rodillas a la delincuencia. Porque al final de cuentas, los que tienen que sufrir el rigor de una sociedad sana son los antisociales. No normalicemos este problema porque sencillamente no es normal que una minoría delictual pretenda doblegar a todo un país. Los buenos somos más. No lo olviden.
Angélica Cuevas Palominos,
abogada
Magíster en Política y Gobierno UdeC