No es grato que a uno le pongan etiquetas, pero a la gente de tu edad ya le endosaron una y no te resultará fácil sacártela. Dicen que formas parte de "la generación de cristal". Cuando te ven, muchos piensan: "este es inestable", "va a quebrarse ante la primera dificultad", y cosas por el estilo. Me gustaría poder borrar ese prejuicio, decirle a esas personas que no pueden generalizar con tanta liviandad, y que, aun en el supuesto de que seas especialmente frágil, tienes otras cosas buenísimas y podrás hacer mucho por el país.
Como ni tú ni yo podemos cambiar en poco tiempo esas ideas, te sugiero no amargarte la vida por eso. De partida, no empieces a buscar culpables ni te sientas una víctima por esa situación. Por ejemplo, no culpes ahora a tus padres por haberte dado demasiadas cosas y, en general, haberte ahorrado unas dificultades que, miradas a la distancia, te habrían ayudado mucho para aprender una asignatura muy importante: el arte de fracasar una y otra vez, para luego levantarse.
Todo esto es un hecho de la causa, como dicen los abogados. Todos cometemos errores y tus padres no han sido la excepción. Ojalá, sin embargo, aprendas para el futuro que educar no es quitar, sino poner obstáculos: con prudencia y adecuados a cada edad. Sin embargo, como en las matemáticas, la vida es el arte de resolver problemas. Es importante conseguir que la gente se pregunte no "¿de quién es la culpa?", sino "¿qué hice mal?"
Dicen que eres blando. No estoy tan seguro, pero aunque fuera así, eso no constituye un hecho inevitable. Aristóteles enseña que no tenemos las virtudes por naturaleza, sino que sólo poseemos la aptitud para adquirirlas. En este caso, se trata de adquirir la fortaleza, esa magnífica capacidad que nos permite enfrentar obstáculos. Obviamente, esto supondrá un trabajo de tu parte, que toma tiempo; sin embargo, es perfectamente posible.
Una labor semejante, parte por encaminarse en la dirección correcta. En efecto, si comes todo lo que se te ocurre, y haces lo mismo con la bebida, con el sueño o con la cantidad de series que ves, entonces no te extrañes si un día descubres que estás convertido en una especie de gelatina. Hay que aprender a decirse a uno mismo que no. Publilio Siro, un escritor romano del siglo I a. C. que había sido esclavo, lo dijo en una frase redonda: "Vence el que se vence" (Vincit qui se vincit).
La auténtica libertad se conquista todos los días en una lucha consigo mismo, porque toma tiempo llegar a ser ese que verdaderamente eres. Algunos en la historia han querido ahorrarnos este trabajo. Decían que el mal no está en nosotros, sino en una deficiente organización de las estructuras. De esta manera, si cambiábamos las condiciones económicas o sociales -por ejemplo, por la vía de abolir la propiedad privada o la mezcla de las razas-, todo iba a andar bien en el futuro. ¿Y qué consiguieron? Crear unos verdaderos infiernos, con campos de concentración, muros para atrapar gente o cámaras de gases. Tú y yo sabemos, por experiencia, que el mal proviene fundamentalmente de nosotros y que lo demás son cuentos.
Piensa que te encuentras en el instante oportuno: en este momento estás en la década decisiva, lo que hagas ahora marcará el modo en que serás después. ¿Cómo vas a ser dentro de diez años? Tal como ahora, aunque más viejo. Y si en este momento hay algunas leves grietas en tu vida, el tiempo se encargará de que sean más grandes y dolorosas, a menos que las repares a tiempo. ¿Cuándo? Te sugiero que ahora mismo.
Puede que seas de cristal, de cobre o de arena. Eso da lo mismo. Lo relevante no es el material del que estás hecho, sino qué vas a hacer con él. Que los demás te pongan las etiquetas que quieran, no malgastes tu tiempo en enojarte. Ve, simplemente, cuáles son tus puntos débiles y, una vez identificados, empieza a tomar las medidas para corregirlos. No lo conseguirás ni en un día ni en unos meses, pero quizá sea el momento de comenzar a trabajar en ellos. Y como no puedes hacerlo con todos a la vez, al menos parte por uno.