Tres autores fundamentales para enfrentar la debacle
El año roza su mitad y abre el balance sobre lo ganado y lo perdido. Sueños que se rompen e ilusiones que nacen en forma inesperada, como escribieron Fitzgerald, Carrère y Foster Wallace.
La oscuridad de los días irá en aumento hasta la noche de San Juan cuando, según dicen en el campo, los pactos con el inframundo son posibles. De momento, los colores del ambiente sólo son mejorados por ampolletas de colores cálidos, o lámparas de luminoterapia para no sucumbir ante el paisaje gris. En esa atmósfera vivía Francis Scott Fitzgerald ("El gran Gatsby") cuando se acabó el brillo de los años 30 en Estados Unidos, su esposa ingresó en un centro de salud mental y su hija permanecía internada en un colegio privado. Entonces escribió "El crack-up" (1936) con su definición inmortal: "En una noche del alma realmente oscura, día tras día son siempre las tres de la mañana".
Un autor que pasó de la carencia material en la juventud a esbozar imágenes como "un breve paso de ella iluminó la terraza del Ritz", sumado a que su nombre es garantía del lujo en diversas suites del mundo, anotando que "toda vida es un proceso de demolición", donde los grandes golpes "no se muestran en el acto. Hay otra clase de golpe que viene de dentro, que no se siente hasta que ya es tarde para tomar alguna medida, hasta que uno entiende irrevocablemente que en algunos aspectos nunca volverá a ser tan buen hombre como antes".
Fitzgerald, pese a la oscuridad y la fama que comenzaba a abandonarlo, al igual que la cordura de su esposa Zelda, quien decía verlo salir de las paredes, encontró rayos al menos para iluminar el porvenir de su hija Frances, a quien escribió numerosas cartas que enviaba al colegio, siendo la más famosa aquella en que dice "preocúpate por el coraje. Preocúpate por la limpieza. Preocúpate por la eficiencia. Preocúpate por la equitación… Cosas de las cuales no preocuparte: no te preocupes por la opinión general. No te preocupes por las muñecas. No te preocupes por el pasado. No te preocupes por el futuro".
El escritor argentino Alan Pauls ("Historia del llanto") prologó una edición de "El crack-up" publicada en Buenos Aires durante 2011, por una editorial homónima que unió el famoso ensayo con apuntes de libretas del autor, junto a artículos de diarios estadounidenses con los que financiaba el día a día.
Pauls en esas primeras páginas afirma que "pasó de hacer del fracaso un arte a ser su más grande pensador, su redentor y sobre todo su apóstol, un propagandista del derrumbe poseído por una lucidez brutal, a lo bonzo, que alcanza su tasa máxima de fe en la causa que propaga en el momento preciso, extático, en que sucumbe aplastado por ella".
Personas comunes
También a través de la miseria cotidiana camina David Foster Wallace ("La broma infinita") en "El rey pálido", novela publicada tras el suicidio en 2008 y terminada por su editor, Michael Piestsch, quien la culminó en 2011 porque "había visto los mundos que había conseguido conjurar a partir de una academia de tenis y un centro de desintoxicación. Supuse que, si alguien era capaz de hacer que los impuestos fueran interesantes, era él", David Foster Wallace, a quien la revista Time calificó como "un genio", después de numerosas ficciones, ensayos y textos periodísticos.
El texto póstumo se inicia con la antigua premisa de que "en todo cielo, un infierno cabe", cuando Claude Sylvanshine va a rendir exámenes para ascender de escalafón en el servicio tributario. Como metáfora, Foster Wallace recorre mentalmente el campo y se detiene en "los ruidos eléctricos de los insectos atareados", para avanzar por entre las plantas y todo lo bello hasta "los gusanos que han dejado incisiones con su forma en el estiércol levantado y cocido por el sol durante todo el día hasta endurecerse, incisiones permanentes, diminutas líneas vacías que forman hileras y volutas hundidas que no se cierran porque las cabezas nunca llegan a tocar las colas. Lean estas páginas", es decir, las personas comunes en sus rutinas, uno de sus temas favoritos.
"¿Esto es una camioneta de helados?", pregunta el protagonista cuando es llevado a la sede de las pruebas: ese es el tipo de transporte asignado a su rango en el escalafón, "terrible para la moral de las tropas. Por no mencionar la debacle para nuestra imagen pública que supone el hecho de que los niños y sus padres vean unas camionetas que ellos asocian con la inocencia y los deliciosos polines de caramelo crujiente, ahora embargadas y por decirlo de alguna manera forzadas a trabajar para la Agencia. Y hablo también de vigilancia", le explica uno de sus compañeros mientras se cruzan con personas ilusionadas por las formas de estos vehículos.
Nuevo día
Uno de los nombres que más sonaron para el Premio Nobel de Literatura del año pasado fue Emmanuel Carrère ("Limónov"), tras el éxito mundial de su novela "Yoga", donde narra una depresión con ideaciones suicidas, tratamientos de electroshock, un retiro espiritual y lo que significó el atentado terrorista contra la publicación satírica francesa Charlie Hedbo para quienes publicaban ahí. A esta carga emocional se añadió una demanda de la exesposa del escritor por divulgar su intimidad.
El premio que sí ganó Carrère fue el Princesa de Asturias, por la traducción al español de editorial Anagrama donde parafrasea a Marcel Proust ("En busca del tiempo perdido") al afirmar que "nosotros, los nerviosos, los bipolares, somos la sal de la tierra, los que nos pasamos la vida luchando contra esos 'perros negros' de los que hablaba Winston Churchill, otro gran depresivo".
Cansado del ruido y en busca de material para un reportaje, el autor asistió a un retiro de meditación, donde "en vez de mostrar animadversión a pensamientos de los que no estás demasiado orgulloso, en vez de intentar erradicarlos, te conformas con observarlos sin convertirlos en drama, ya que existen, ahí están". Es preciso "ver tus pensamientos tal como son. Ver las cosas como son".
El escritor por estos días está promocionando "V.13. Crónica judicial", volumen con el que vuelve a un ataque yihadista, esta vez en la sala Bataclan de París, durante 2015. En los tres atentados simultáneos con cientos de víctimas, uno de los autores sobrevive porque no se activó su chaleco explosivo. Él se convierte en la piedra angular del relato que, como toda la obra de Carrère, mezcla ficción y no ficción, junto a descarnados relatos sobre su propia interioridad. "Es difícil el final de un libro", apunta en "Yoga" al romper la "cuarta pared" de la narración, porque "¿con qué imagen, con qué idea de la vida vas a despedirte del lector?".
Por Valeria Barahona
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