E ste fin se semana, recién pasado, se esperaba como una fecha merecida para el descanso, para otros como un tiempo ideal para compartir en familia, irse de paseo o sencillamente disfrutar antes de la llegada con fuerza de la temporada de invierno. Aunque los pronósticos meteorológicos no eran muy alentadores, el clima cambió al igual que los planes de muchos y la basura contribuyó, en cierta medida para que sólo en Ñuble más de 3 mil 500 personas estén afectadas por el comportamiento de la naturaleza.
Tomo distancia al referirme a las acciones climáticas exponenciales a la que fue sometida la zona centro sur del país porque la naturaleza es la naturaleza. Ella por millones de años ha hecho de este planeta su hábitat, pero somos nosotros los seres humanos, autodenominados seres pensantes los que hemos querido cambiar el sentido de las aguas, siempre en pro del desarrollo. En otros casos decidimos construir en espacios cercanos a fuentes acuíferas, y otros aún más osados han transformados esteros, riachuelos y ríos en vertederos de basura.
En tiempos de lluvia, algunos vecinos expían sus culpas a través de las direcciones de Aseo y Ornato de las municipalidades, mientras las fuerzas de las aguas arrastra desde caparazones de autos, pasando por colchones, cuerpos de cocinas y lavadoras, hasta llegar a la basura cotidiana que genera cualquier domicilio.
Entonces, en tiempos de catástrofe como la decretada en días pasados en Ñuble, vale la pena preguntarnos como habitantes de este territorio noble cuán responsable puede ser en el sufrimiento que viven hoy las 30 familias en la región, cuyas viviendas fueron afectadas de manera directa.
Tal vez es fácil decir, no tengo ninguna culpa, y no es un tema de señalar pero es bueno revisarnos o sencillamente sólo investigar cuántas toneladas de basura lograron sacar las municipalidades de los distintos cuerpos de agua naturales y construidos antes de la llegada de este temporal. Y volvamos a hacer el ejercicio dentro de unos dos meses y evaluemos con sinceridad lo bueno que somos para generar basura de manera descomunal y lo malo que somos para disponerla en los lugares adecuados.
Pese a todo eso, sabemos que una vez más la solidaridad se hará sentir desde los cuatro puntos cardinales. Que por estos días hay abrigo y la comida caliente acompañarán a los que han tenido que abandonar sus viviendas para salvar sus vidas y tenemos la certeza que la familia volverá a levantarse desde la resiliencia.
De eso tenemos vasta experiencia como país, y como tenemos seguridad en eso, también tengo la certeza que así caigan 100 milímetros de agua cada día por un mes (escenario que jamás espero que vivamos), los inconscientes que transforman los espacios de agua en micro y en macro basurales mantendrán sus hábitos, porque lastimosamente no hay educación ni cultura de respeto a la naturaleza en una buena parte de la población, que tal vez ni siquiera sea la mayoría, pero es la que hace más daño.
Por ahora solo extiendo una invitación a que seamos más conscientes con nuestra naturaleza, nos mantengamos solidarios con los necesitados y nos levantemos una vez más como región mientras las aguas vuelven a su cauce.
José Luis Franco Montaña,
rector Santo Tomás Chillán