partido tenía unos amigos que hacían tacos con recetas heterodoxas, que no convencieron a mi padre. Sucedió entonces una cómica discusión. Heberto Castillo, líder del Partido Mexicano de los Trabajadores, argumentaba que el Hombre Nuevo debía comer tacos diferentes; mi padre sostenía que los tacos clásicos eran revolucionarios. Total, se impuso el líder, la taquería fracasó, fue vendida, y hoy en día prospera con tacos conservadores. Hay otra escena que se presta al drama, la de mi madre revisando su relación matrimonial. El veredicto más duro e inapelable que podemos recibir es el de una expareja.
Los zapatistas
-¿Qué quería de su padre el Subcomandante Marcos? ¿Cómo se tomó él ese llamado de la selva?
-El zapatismo no es sólo un movimiento indígena. Desde un principio se abrió a la sociedad civil y al diálogo con personas muy diversas, como el sociólogo Alain Touraine, el cineasta Oliver Stone o el escritor John Berger. El primer libro de mi padre, "Los grandes momentos del indigenismo en México", trata de los primeros intérpretes de los indios, los frailes ilustrados, como Bartolomé de Las Casas. Además, escribió mucho sobre las autonomías culturales. Era lógico que se relacionara con Marcos, quien también fue alumno de los jesuitas y alumno de la universidad donde mi padre enseñaba.
-¿Por qué nunca quiso él que usted fuese español?
-Mi padre no creía en la doble nacionalidad, había que elegir una identidad. Le costó trabajo ser mexicano porque en un principio el país le pareció injusto, corrupto y violento, pero se apasionó por el legado y el presente de los pueblos originarios, por el "México profundo". Admiro a la gente que asume una identidad de manera apasionada y voluntaria, y no como una fatalidad del destino. Fue lo que hizo mi padre. Le parecía que tener doble nacionalidad significaba tirar ese esfuerzo a la basura.
-¿Qué tipo de padre resultó ser usted mismo? ¿Qué le reclaman?
-Habría que preguntarle a mis hijos. He tratado de ser mucho más cercano a ellos de lo que fue mi padre, pero nunca sabes qué resultados tendrás. El mundo actual es más hostil para los jóvenes que el que yo viví. En los años sesenta y setenta las utopías y las esperanzas estaban en oferta; si los padres no te apoyaban, la realidad lo hacía. Hoy el horizonte es muy oscuro para la humanidad y para los jóvenes; pocas cosas pueden compensarlos fuera de casa y ejercen la crítica dentro de ella.
La NEUROSIS
-La neurosis y el intelectual: ¿siempre van juntos?
-Hoy me escribió un autor catalán que acaba de ser entrevistado por un psiquiatra que tiene toda clase de pruebas estadísticas sobre la relación entre la neurosis y el pensamiento. No puedes pensar algo diferente si no entras en crisis con la norma. Dicho esto, conviene agregar que unas neurosis son más llevaderas que otras y que por momentos algunas incluso resultan agradables.
-Leer, escribir requiere de silencio y soledad. ¿Asiste con su oficio al territorio de su padre?
-Escribo en soledad pero tengo muy presentes a los otros. Mi maestro de taller de cuento, Augusto Monterroso, me dijo: "Los libros se escriben con personas, no con libros". No lo olvido.
-Al escribir este libro, ¿qué sentimiento primó? ¿Qué astillas sacó de su infancia?
-Me conmovió descubrir que en ciertos actos mi padre me había brindado afecto sin proclamarlo. No era una persona expansiva pero me acompañó en momentos decisivos. Al revisar sus acciones para narrarlas descubrí esa forma silenciosa del cariño. Pero tal vez lo más importante es lo que no dije. Hice un trabajo personal para dejar fuera reclamos que sólo podían ser mezquinos.
-En los estadios de fútbol, Luis Villoro encontró el lugar para ejercer su paternidad. ¿Qué aprendió usted con él en esos partidos?
-Aprendí que el fútbol mejora en compañía y que él no iba al estadio por ser hincha, sino por ser padre, lo cual es más importante.
-¿Qué psicoanálisis hizo su madre sobre el padre de sus hijos?
-No hay que hacerle demasiado caso a lo que una psicoanalista dice de su familia porque se vuelve tan torpe como un ladrón que trata de robar su propia casa.
-¿Qué diría Luis Villoro de esta historia?
-Creo que lo pondría nervioso porque no se sentía cómodo ante los afectos. Si le hablabas de un asunto personal, cambiaba de tema. Le sorprendería verse narrado en clave emocional. El libro lo inquietaría un poco, pero aceptaría que mi manera de ver las cosas es distinta a la suya.
-¿Qué dijo su madre sobre el libro?
-Fue la primera lectora del manuscrito, precisó fechas y las relacionó con el santoral con una memoria obsesiva, perfeccionada en 90 años de ejercicio. El libro le gustó, pero lo más importante es que no quiso imponer su versión de los hechos. Hay un pasaje en el que hablo de esto. Interpreto a mi manera su relación con mi padre y ella me responde con vaguedad: "Si tú lo dices…" Da a entender que tal vez piensa de otro modo, pero respeta lo que digo. Mi madre aprecia el libro sin estar totalmente de acuerdo con él. Eso me gusta.
Juan Villoro pone en el centro de "La figura del mundo" a su padre, el pensador mexicano-catalán, Luis Villoro.
Juan Villoro
Random House
267 páginas
$17 mil
"Admiro a la gente que asume una identidad de manera apasionada y voluntaria, y no como una fatalidad del destino. Fue lo que hizo mi padre. Le parecía que tener doble nacionalidad significaba tirar ese esfuerzo a la basura".
viene de la página anterior