Desde principio de la década de los 80' la administración de la educación pública en gran parte del territorio nacional ha sido atendida de manera directa por las municipalidades a través de su respectiva Dirección de Educación, instancia mejor conocida como la DAEM, y que fue, tal vez, la modalidad de gestión de política pública que se consagró en Chile como una de los primeras áreas donde se hizo carne un proceso de descentralización transversal y quizás también ésta pueda ser una de las referencias de desconcentración de una responsabilidad estatal en el continente vivida durante esos años del siglo pasado.
Obvio que esta decisión de Estado tuvo sus adeptos y detractores en el momento, modalidad que luego de más de 4 décadas, aún sigue recibiendo halagos o críticas por parte de la ciudanía y de aquellos que están vinculados con el sector.
Es momento para recordar que durante el primer gobierno del ex Presidente Sebastián Piñera, los cimientos de la estructura estatal concebida para la educación pública comenzó a mostrar nacientes grietas que migraron a brechas en el segundo mandato de la ex Presidenta Michelle Bachelet, quien en 2017 bajo la figura de decreto da paso a los Servicios Locales de Educación Pública (SLEP) y deja establecido que el proceso de desmunicipalización de la educación se prolongará hasta el 2028 . Pero dejó el camino zanjado al respaldarse por escrito que si el Presidente en ejercicio considera que es necesario más tiempo, éste por las vías establecidas puede solicitar una extensión de la ejecución del decreto hasta el 2030.
Mientras transcurren este lapso , el Servicio Local de Educación Pública (SLEP) Punilla Cordillera debe estar completamente instalado y en funcionamiento para gestionar y administrar la educación a más tardar en el 2027, pues tiene el deber y obligación de ser el sostenedor de 98 establecimientos educacionales distribuidos en las comunas de San Carlos, San Fabián, Ñiquén, Pinto y Coihueco y además ser la referencia del primer SLEP en la región de Ñuble, antes de la apertura de sus pares en las provincias de Diguillín e Itata.
Luego de muchos años, hacemos votos porque todos estos cambios se vean reflejados en la calidad de la educación de nuestros niños, niñas y adolescentes, inclusive adultos, quienes deben formarse al ingresar al nivel más sensible como es la educación parvularia, la básica y la media . Cada uno de estos ciclos forman bloques de gran peso que se deben articular de manera casi perfecta para finalmente alcanzar niveles óptimos de educación, minimizar las brechas y con ellos seguir empeñados en construir un país cuya mayor riqueza sea el conocimiento de su gente.