Personas que mantienen vivo el espíritu campesino en Ñuble
Ya sea produciendo alimentos o artesanía tradicional, Bernarda Salazar, Sergio Lara y Gabriela García opinan que la actividad que desarrollan es relevante y abogan por que continúe por muchos años más.
Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), durante el primer trimestre de 2023 en la Región de Ñuble hubo 25.482 hombres dedicados a la agricultura, mientras que las mujeres en este mismo ámbito llegaron a las 8.782. Si bien, no es la misma cantidad de personas que trabajaban en los campos de la zona hace algunas décadas, aún es un número importante que representa a un mundo que proporciona alimentación a la población, además de ser garante de más de una tradición de nuestro país.
Cada 28 de julio se conmemora el Día del Campesino y Campesina, fecha que recuerda la promulgación de dos leyes, la 16.640, de Reforma Agraria, y la 16.625, de Sindicalización Campesina, ambas de 1967. Más allá de las mencionadas normativas, la fecha da la oportunidad para mirar más allá de los edificios y fijar la vista en la ruralidad y sus valores.
En esos parajes podemos encontrar, por ejemplo, a Bernarda Salazar, quien vive en el sector Las Esquinas de Bulnes. Ella se dedica hace 13 años a la Apicultura, luego que un vecino, Horacio López, le ayudó a ingresar al rubro. "Me preguntó si me gustaba este tema y me regaló un curso de Apiconce, la asociación gremial de Concepción. Poco a poco me fueron gustando las abejas y del consumo familiar pasé al negocio", contó.
Con el tiempo su actividad creció, hoy cuenta con casi 200 colmenas y el año pasado produjo 4.500 kilos de miel. De igual forma, en la actualidad es directora en la Federación Red Apícola Nacional y presidenta del Comité Apícola de Bulnes.
En otro punto de Ñuble, en Santa Cruz de Cuca, en Chillán, Sergio Lara produce zapallos, trigo, ají, zapallo italiano y un poco de uva. Afirmó que son 50 años los que lleva trabajando en el campo. "Partí con un amigo, hicimos una sociedad pequeña, solo producíamos tomates. Estuvimos en eso cuatro o cinco años y luego nos apartamos, cada uno por su lado. Partimos de la nada, no teníamos ni tierra", aseguró.
A pocos kilómetros del sector en donde Lara cosecha sus productos se encuentra Quinchamalí, famoso por su alfarería. Gabriela García ha residido toda su vida en ese poblado, en donde aprendió este oficio típico desde que tuvo 8 años. "Por lo menos son 30 años de alfarera, mi familia trabajó en esto, mi abuela, mi tía, de ellas aprendí. En este momento soy la última que hace alfarería dentro de mi familia. Espero que alguna nieta se interese en seguir el oficio", comentó.
Falta más respeto
El ajetreo de la urbe envuelve a los ciudadanos en mil y un preocupaciones y es fácil imaginar que entre ellas no se encuentra la actividad campesina, algo que, quizás, es necesario repensar. Muchas personas viven gracias a la producción en los campos, además de los beneficios que aportan a la sociedad.
"Somos los que abastecemos a la población de alimentos, es muy importante mantener la actividad, sin tantas cosas que contaminan. Permitimos que el ecosistema siga funcionando", opinó Bernarda Salazar. "Sin las abejas, no tenemos alimentos, o puede haber una mala calidad de ellos", agregó.
Consultada acerca de la cantidad de gente que se mantiene en los campos, advirtió que cada vez es menos. "Cuesta que los chicos se queden acá. Ninguno de mis dos hijos lo hizo. No es fácil producir en el campo y los más jóvenes buscan otras cosas, porque, según ellos, la rentabilidad no es suficiente, pero un trabajo bien hecho igual puede dejar (dinero)", contó.
Sobre la realidad actual de los campesinos, Sergio Lara afirmó que son mal vistos por la gente, "uno le da que comer a las personas que viven en la ciudad, pero somos discriminados por ser campesinos. El 80% de lo que se produce en el campo es del pequeño agricultor", sostuvo.
Al joven, añadió Lara, le gusta visitar el campo, pero no dedicarse a él. "Creen que la cosa acá es 'papaya', esto es harto trabajo. La gente debería tener un poco más de respeto a la labor que hacemos. Otra cosa es lo que pasa con las empresas grandes, uno les vende y no pagan lo que vale (el producto), y cuando lo venden, cobran el doble", manifestó.
Pese a todo lo compleja que puede ser la vida en el campo, Sergio Lara aseguró que no la cambiaría por nada, "acá uno es más libre", remató.
Gabriela García, por su parte, dijo que es preocupante como oficios que se llevan a cabo en el campo se van quedando sin personas que los desempeñen. "Nosotros somos los encargados de encantar a las nuevas generaciones, estos oficios son el pilar fundamental de la economía familiar. Además, con lo que hacemos, mantenemos las tradiciones y las raíces del campo", señaló.
La alfarera opinó que los organismos públicos no le han dado al clavo respecto a la real importancia que hay que darle al campo. Indicó que solo hay preocupación de difundir lo que hay, pero no existe una gestión para fomentar la educación de los oficios en las mismas comunidades en donde se desarrollan y potenciar lo que ya se tiene de manera colaborativa.