La comedia del metro
En uno de sus textos más citados -El 18 brumario de Luis Bonaparte- Marx observa que en la historia las cosas suceden dos veces, solo que la primera como tragedia y la segunda como comedia.
Vale la pena recordar esa frase -que Marx dice haber tomado de Hegel- ahora que por estos días han vuelto las evasiones al Metro en Santiago, los intentos de burlar masivamente el cobro, el intento de desordenar las estaciones y el frágil orden que se ha logrado, espantando ambulantes, reconstruir en ellas. Como se recordará ese tipo de incidentes fueron el inicio de los hechos que ocurrieron en octubre del 19. Se iniciaron en Santiago, pero luego se expandieron por todas partes. Ellos entonces dieron origen a algo que entonces a muchos pareció tragedia: todo parecía derrumbarse, y todos o casi todos comenzaron a repetir entonces una y otra vez que Chile había despertado, que la desigualdad lo había hecho recuperar un cierto estado de alerta.
Hoy la escena del metro se repite; pero nadie cree que algo se va a derrumbar y el discurso de la desigualdad radical, como combustible de todos los malestares, tampoco encuentra crédulos que lo abracen. El resultado es que las evasiones adoptan de pronto el tono de una comedia, de una simple repetición absurda que carente de todo sentido, y despojadas de la épica que en octubre del 19 se les quiso dar, se revelan como simples actos de desorden, simples infracciones de la ley carentes de toda justificación.
En suma, lo que pudo ser una tragedia, luego de algunos años, del 19 al 23, se repite como una simple comedia.
Para que lo sea de veras, sin embargo, para que su tinte de comedia quede de manifiesto, y nadie albergue siquiera el ánimo de que principia una tragedia, esta vez sí verdadera, es imprescindible que las autoridades abandonen el tono comprensivo que alguna vez tuvieron frente a estos hechos y hagan valer la autoridad de la ley.
Y es que la reacción que ahora se adopte frente a esta comedia del metro - comedia en el sentido de una repetición puramente farsesca- puede ser la prueba de cuál sea la verdadera disposición de la autoridad frente a hechos como esos. Se ha escuchado muchas veces decir a las autoridades que estar en el estado ayuda a ver las cosas o los acontecimientos de manera distinta, en una forma diferente a cuando se las veía desde lejos, o cuando se las apreciaba desde el puro interés de la oposición política. Esta sería la explicación de por qué los flagrantes actos de violencia de octubre del 19 no habrían sido condenados, cuando ocurrieron, por quienes hoy día están en el poder. Ellos siempre podrán decir que entonces no fueron capaces de apreciar la gravedad que revestían porque los miraban de fuera o de lejos, con la perspectiva del mero opositor político y no con la mirada de quien tiene a su cargo el estado. Pero hoy esa explicación carece de todo sentido, de manera tal que ya no hay excusas, y lo que corresponde es que la autoridad actúe como lo que es o pretende ser -una autoridad-- y las evasiones se impidan y se persigan legalmente pero no de manera formularia (con la consabida amenaza puramente verbal de que se entablarán querellas) sino de veras como una forma de hacer saber a la ciudadanía que la ley importa y que es necesario hacerla valer, no para reprimir demandas sino para excluir los medios inaceptables con que se las quiere promover.
No ha de ser fácil, por supuesto, para muchos de quienes hoy manejan el estado perseguir esos hechos que alguna vez agradecieron y vistieron con tintes heroicos (el exministro Jackson agradeció en esos días con un tweet a quienes evadían); pero es su deber hacerlo.
Y los deberes son para la autoridad pública la medida de su obrar.
Y para cumplir ese deber de perseguir y castigar la evasión, quizá los ayude leer esas páginas iniciales del Marx del 18 brumario y caer en la cuenta que lo que alguna vez se creyó tragedia hoy se revela flagrantemente como una simple comedia.