La serie de sismos ocurridos recientemente y las intensas lluvias durante julio y agosto, nos han dejado una pregunta esencial como sociedad en relación a la gestión de desastres. ¿Cuán preparados estamos? Al parecer, no lo estamos.
Muchos de los problemas se repiten, es preocupante como no hay un proceso institucional de lecciones aprendidas. A las alertas y prevenciones que hacen los organismos técnicos, no parece haber una respuesta apropiada por parte del resto de las instituciones.
Es necesario implementar procesos que permitan reaccionar ante este tipo de informaciones de manera más integral y preventiva, desde la educación a la población, la apropiada alerta, el ordenamiento territorial consciente hasta la contratación de seguros que permitan la transferencia de riesgos.
Si la Constitución reconoce como derechos fundamentales la protección a la vida, a la propiedad, la necesidad de actuar de forma sustentable protegiendo el medio ambiente, los animales y los medios de vida de la población, existe entonces también la obligación de gestionar el riesgo de desastres para reducir, precisamente, dicho riesgo. Su gestión es una estrategia que permite proteger los derechos establecidos en la Constitución y que debe traducirse en políticas públicas consistentes a lo largo del tiempo.
Es muy importante entender eso: la gestión de riesgo no se trata solo de responder ante emergencias, sino de proteger los derechos que se establecen en la Constitución en la mayor medida posible. Si vives en un país donde tu casa es altamente vulnerable a ser arrastrada por un aluvión, ¿qué seguridad real tienes respecto de tus derechos?
Daniela Ejsmentewicz,