El exministro del Interior y diputado Mario Desbordes asestó uno de los golpes más dolorosos al Gobierno del Presidente Gabriel Boric hace casi un mes cuando en las elecciones municipales consiguió quedarse, por más de 20 puntos de diferencia, con la alcaldía de Santiago, bajo control de la militante del Partido Comunista Irací Hassler, quien buscaba la reelección.
A poco más de dos semanas de asumir el cargo, el próximo 6 de diciembre, Desbordes atribuye su contundente triunfo a su perfil "moderado", a las "canas" y a la "experiencia".
"Santiago no es una comuna para la derecha más dura", reconoce en una entrevista con Efe en una oficina en el barrio Bellas Artes, que fue su búnker de campaña.
Desbordes lo ha hecho casi todo en política: fue subsecretario de Investigaciones en el primer mandato de Sebastián Piñera (2010-2014) y ministro de Defensa en el segundo (2018-2022), precandidato presidencial y diputado.
También fue carabinero y presidió Renovación Nacional.
Gobernar el corazón de Santiago, una comuna de 600.000 habitantes que en los últimos años se ha hecho muy multicultural y donde ningún alcalde ha sido reelecto desde 1996, es posiblemente uno de los mayores desafíos de su carrera.
"El Nueva York de los 90"
Desbordes hereda una ciudad que atraviesa uno de sus momentos más delicados, con altas tasas de criminalidad y gran deterioro de los espacios públicos, donde la vida en la calle termina casi cuando cae el sol e infinidad de negocios han echado el cierre.
Los problemas vienen de lejos, pero se agravaron con las protestas de 2019 y la pandemia hasta el punto que, lamenta Desbordes, "el centro de Santiago se ha trasladado emocionalmente a Providencia".
"La suciedad, el rayado de los muros, la prostitución en la Plaza de Armas en la mañana, el comercio ambulante... Hay todo un conjunto de incivilidades... yo creo que Santiago se parece mucho al Nueva York de inicios de los 90", se aventura.
En 2023, Santiago registró un total de 66 homicidios, convirtiéndose por quinto año consecutivo en la comuna con más víctimas del país, y una tasa de homicidios de 12,3 por cada 100.000 habitantes, el doble del promedio nacional (6,3), según la Fiscalía.
Pese a que cada vez más voces piden mano dura y miran hacia El Salvador, Desbordes asegura que "la receta Bukele no es aplicable", porque "Chile tiene otra realidad".
De todos modos, el alcalde electo pide "tener mucho cuidado con criticar a Bukele sin estar en los zapatos de los salvadoreños que recién ahora pueden salir a la calle tranquilos".
"No soy amigo ni del populismo penal que plantea que todo el mundo tiene que ir preso y poner un tanque en cada esquina, ni del buenismo penal, que dice que la delincuencia es víctima de nosotros y al final los malos somos nosotros. Creo que hay un término medio", subraya.
'Limpiar, iluminar, pintar'
Ese intermedio, en su opinión, es la llamada "Teoría de las ventanas rotas", la misma que el exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani y su jefe de Policía, William Bratton, aplicaron en Nueva York hace tres décadas y que dice que si hay una ventana rota y no se arregla, el resto acaban siendo destrozadas.
Desbordes propone, en ese sentido, "limpiar, iluminar, pintar, poner cámaras, trabajar con la comunidad y recuperar la presencia del Estado", de tal forma que la ciudad "sea un lugar incómodo para quien infringe".
Más conciliador que muchos en su coalición, Desbordes ya se reunió con el Gobierno de Boric y se muestra convencido de que la solución también pasa por trabajar de manera coordinada con las distintas administraciones, aunque estén en "las antípodas ideológicas".
"Una de las quejas de la ciudadanía es que los políticos estamos dedicados a pelear como el perro y el gato y nunca hay acuerdos. Cuando la ciudadanía pierde la confianza en la política y en los políticos es más proclive a votar por personas populistas y autoritarios", indica.
Representante de la llamada "derecha social", el alma más moderada dentro de Chile Vamos, Desbordes dice que su referente es la excanciller alemana Angela Merkel o el Partido Popular en España y que no es partidario de radicalizar la coalición para evitar la fuga de votos hacia la pujante ultraderecha.
"No podemos perder el centro. Nuestros principales adversarios son el Frente Amplio (de Boric) y el Partido Comunista. Ahí es donde está la pelea cultural y política".