"Estamos hechos de sol" dice una antigua poesía mapuche. Y, de alguna forma, es cierto. El sol es nuestra principal fuente de vitamina D, una clave que desbloquea una serie de beneficios en el cuerpo humano, desde la salud ósea hasta la inmunidad. Cuando nuestros cuerpos se bañan en la luz solar, no solo obtenemos calor, sino que iniciamos un proceso químico que nos revitaliza. Es como si el sol recordara a nuestras células lo que significa estar vivo.
En la película Into the Wild, el protagonista deja todo atrás para reencontrarse con la naturaleza, solo para descubrir que "la felicidad solo es real cuando es compartida". Esto también es cierto para nuestro vínculo con el entorno natural. Pasar tiempo al aire libre, respirar aire puro, caminar bajo la luz del sol, nos conecta con algo mayor. El clima cálido, más que ser una estación, se convierte en una invitación a reconectar con la tierra, con nosotros mismos y con los demás.
Estudios han demostrado que pasar tiempo en la naturaleza reduce los niveles de cortisol, la hormona del estrés, y mejora la salud mental, pero no solo eso. Estar al aire libre fortalece el sistema inmunológico, favoreciendo la producción de células que combaten infecciones. También promueve la salud cardiovascular al reducir la presión arterial y mejorar la circulación sanguínea. El contacto con la naturaleza ha sido asociado con una mayor capacidad de concentración y creatividad, ayudando a restaurar la atención y a mejorar el rendimiento cognitivo. Pasar tiempo en entornos naturales también reduce la inflamación crónica, uno de los factores clave en el envejecimiento y en diversas enfermedades.
Además, el sol estimula la producción de serotonina, la llamada "hormona de la felicidad", elevando el estado de ánimo y combatiendo la depresión estacional. La exposición a la luz solar durante el día ayuda a regular los ciclos de sueño, mejorando la calidad del descanso nocturno. Incluso los estudios señalan que quienes pasan más tiempo en la naturaleza suelen reportar una mayor satisfacción con la vida en general y un mayor sentido de bienestar, un indicador clave de longevidad. En resumen, la naturaleza es un complejo sistema de beneficios que impacta positivamente cada rincón de nuestra salud física, mental y emocional.
El verano trae más que calor. Trae la posibilidad de movernos más, de disfrutar de actividades al aire libre, de revitalizar nuestros cuerpos a través del ejercicio, de la luz y del aire fresco. Envejecemos mejor cuando nos permitimos estar en contacto con la naturaleza, porque en ella encontramos no solo belleza, sino salud.
El clima cálido es un recordatorio de que la vida no es estática. Entonces, cuando sienta el calor del sol en su piel, recuerde que no es solo luz; es vida. Es la naturaleza, es salud, es el renacer de la energía que todos llevamos dentro.
Lincoyán Fernández Huerta,
director de carrera Kinesiología
Universidad San Sebastián