Hiace unos días se conocieron las cifras de desempleo en el país y con una tasa de 10,1%, Ñuble se mantuvo como la segunda región con mayor desempleo del país, después de La Araucanía, que sigue liderando, esta vez, con un 10,4%. En tanto, la tasa promedio nacional de desocupación fue 8,6%, con lo que registró una baja de 0,3 puntos en 12 meses.
Es evidente el deterioro económico que el país muestra con inversión cayendo hace 10 años, tasas de interés poco atractivas para financiar nuevos emprendimientos, una productividad estancada hace décadas, informalidad laboral que casi llega a 2 millones y medio de chilenos, entre otras situaciones que se deben enfrentar con urgencia y retrotraer medidas que desvanecieron el ciclo de crecimiento económico de los 90. La reforma tributaria del 2014 elevó, en forma gradual, la tasa del impuesto a las empresas desde 20% a 25%, y eliminó parcialmente la integración existente entre el impuesto de primera categoría y el impuesto global complementario de los dueños de las empresas.
Basta recordar que, en 1990, la tasa de impuesto corporativo era 10% sobre las utilidades retiradas, por lo cual las utilidades reinvertidas no pagaban impuesto hasta que fuesen retiradas más adelante. Las utilidades retiradas, por su parte, pagaban 10% y lo pagado era crédito tributario completo al global complementario de los dueños. Tal como fue advertido en ese momento, el alza de la tasa de impuesto genera la caída de la tasa de retorno proyectada de todos los proyectos en Chile, lo cual trunca los proyectos de retorno más bajo, por lo cual no se realizan, con lo cual el monto invertido en la economía comienza a ser cada vez más bajo. La segunda consecuencia es que la reducción del incentivo a reinvertir las utilidades afecta en mayor grado a empresas más pequeñas, en donde la reinversión es la principal fuente de financiamiento para el crecimiento del negocio, dado que el crédito comercial es bastante más costoso. En las empresas grandes, incentivaría el apalancamiento vía deuda, lo que genera una mayor fragilidad corporativa para los episodios recesivos como los observados en los últimos años.
La reforma de 2014 no solo recaudó menos de los proyectado, sino que también habría generado la caída en la tasa de inversión que se ha observado durante la última década. De hecho, entre 1990 y 2014, de cada $ 100 producidos, cerca de $ 25 eran invertidos. Notable fueron las tasas de inversión de 1997, con 29%, y de 2012 con 27% del PIB. Esto contrasta con lo observado la última década, con una tasa en torno a 23% que, de hecho, es el guarismo con el que cerraremos este año.
De esta manera, es necesario poner reversa a esta reforma de Bachelet, tal como se avizoran en educación y como posiblemente ocurrirá con el sistema electoral. Es este caso es necesario iniciar con la reducción de la tasa de impuesto corporativo, reconstruyendo la integración plena, reactivando el incentivo a la reinversión, con lo cual la conducta de las compañías comenzaría a cambiar rápidamente, revirtiendo así el estancamiento que tenemos en la actualidad.
El país demanda urgentes contra-reformas de medidas que terminaron atentando contra el desarrollo económico, la libertad y la estabilidad política tan valorada en los 90, cuando se nos llego a apodar "los Jaguares" de Latinoamérica.