La depresión es una enfermedad mental que afecta a millones de personas en el mundo. En 2024, en Chile 920 mil personas presentaban síntomas depresivos. Se trata de una enfermedad que no discrimina entre clases sociales, edades, géneros o antecedentes familiares. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 300 millones de personas en el mundo padecen depresión, y el 50% de ellas no están diagnosticadas, por lo que no reciben tratamiento. La prevalencia es mayor en mujeres, quienes la sufren el doble que los hombres.

Las enfermedades mentales en nuestro país ocuparon el primer lugar el año 2023 como causa de licencias médicas.

Según plantea Juan Videla, académico de la Facultad de Enfermería de la Universidad Andrés Bello, aunque no existe una causa única, hay diversos factores de riesgo que pueden contribuir a su desarrollo: factores genéticos (historia familiar), biológicos (desbalances hormonales y alteraciones de neurotransmisores), psicológicos (traumas, abusos o eventos depresivos en la infancia) y sociales (problemas económicos, aislamiento, conflictos, adicciones o enfermedades crónicas).

La depresión puede generarse a cualquier edad, aunque su aparición promedio ocurre alrededor de los 30 años. Existen diversos tipos, como el trastorno depresivo mayor, la depresión posparto y el trastorno afectivo estacional. Sus síntomas incluyen tristeza persistente, pérdida de interés en actividades placenteras (anhedonia), cambios de peso, trastornos del sueño (insomnio o hipersomnia), fatiga, culpa excesiva y, en casos graves, pensamientos de muerte o suicidio.

La depresión es una enfermedad médica, no una simple falta de ánimo, y requiere atención adecuada. Comprenderla es esencial tanto para quienes la padecen como para sus familias.

DuraChile se acerca aceleradamente a una preocupante situación en materia de gestión penitenciaria, pudiendo convertirse en pocos años en un escenario crítico para la seguridad pública. De la mano de procesos de desarrollo de infraestructura cargados de burocracia, la falta de incorporación de métodos modernos de construcción, ausencia de diseños de cárceles acordes a las necesidades del país y un acelerado crecimiento de la población penal, se está configurando un escenario similar al que muchos países de América Latina enfrentan, cual es el asentamiento y la operación del crimen organizado desde el interior de las cárceles. La política penitenciaria requiere: Diseño de recintos penitenciarios estandarizados, hay que avanzar de manera conjunta entre Gendarmería de Chile y el MOP en el diseño de un programa de fortalecimiento penitenciario que incorpore un robusto componente de estandarización en su diseño.

Esto permite evitar nudos al momento de iniciar los procesos administrativos y entrega certezas al mercado sobre requerimientos, incrementando la competencia en las licitaciones. Además requiere de implementación de métodos modernos de construcción, la urgencia en materia carcelaria requiere la implementación de nuevas formas de construcción que han probado ser exitosas. De la mano de diseños estandarizados, el desarrollo de técnicas modernas de construcción en el país significa avances sustantivos en la velocidad de construcción y costos asociados a este tipo de infraestructura. Asimismo, y como externalidad económica positiva, se desarrolla un sector industrial nuevo, pudiendo escalar hacia otro tipo de obras públicas.

También necesita agilización administrativa, la denominada, "permisología" no solo afecta a la inversión privada, sino también al propio Estado, impidiendo responder de manera adecuada a las demandas de proyectos de infraestructura, como los establecimientos penitenciarios.

Se propone avanzar en una agilización general de los permisos sectoriales y ambientales para la construcción de cárceles, con plazos acotados establecidos por ley que permitan, de la mano de un proceso de construcción moderno, el desarrollo de cárceles concesionadas a la velocidad que la crisis de seguridad impone. Por ultimo también requiere de segmentación efectiva, al contar con un mayor número de plazas con altos estándares de seguridad, la administración de la población penal puede llevarse a cabo de mejor forma, logrando generar regímenes de encarcelamiento más estrictos para aquellos reclusos asociados al crimen organizado.

La peligrosa combinación entre hacinamiento y criminalidad en la región sirve como experiencia para evaluar los riesgos de dejar actuar al crimen organizado al interior de las cárceles. La experiencia italiana para segmentar a los líderes de la mafia de manera estricta es un ejemplo de cómo generar mecanismos para impedir la influencia de los cabecillas en los recintos penales, evitando que estos transformen a las cárceles en un campo de acción de sus actividades.

Frank Sauerbaum,