Expresión onomatopéyica, casi universal. Normalmente asociada a comer, ingerir, masticar, sino tragar, casi engullir.
Desde hace unos días, ya casi dos meses, se me vino a la cabeza esa expresión, casi como un símil del antiguo juego electrónico Pacman, que traga, traga y traga. No todo en la vida es tragar, engullir, o consumir. Es verdad, no todo es consumir, no todo es comprar. Ya, lo dije.
No lo desmiento, en la vida con regularidad, querámoslo o no, o consumimos, compramos, o vendemos, ofrecemos. Así, todo parece reducirse a dos roles, o compras o vendes, o eres comprador o eres vendedor. Desempeños que en unas sociedades más que en otras, son comportamientos inveterados, ya asentados comunitariamente.
Necesito explicar esto ya. Comprar o vender, no necesariamente implica transar, negociar u ofrecer bienes tangibles, materiales, cosas; también compramos o vendemos intangibles, ideas, por ejemplo, proyectos, sueños. Es tan común esto último, como el comprar o vender objetos, cosas, cositas o cosos.
Ahora, pasar de ofrecer en campañas políticas, ideas, proyectos, a hacer de este ideario o afán, y convertirlo todo a transacciones o proposiciones comerciales, tales como tener interés en territorios ajenos, distantes, y tener la pretensión de hacerlos propios, y transformarlos en posesiones idealizadas ajenas a raíces culturales ancestrales, eso ya es una cuestión disparatada, nada moderada, extraña, por decir lo menos, además ya superada, creo.
Todo un plan, todo un conjunto de ideas va adquiriendo tal espectacularidad que es como una gran bolsa de valores, todo se negocia, todo se transa, todo se adquiere, todo se compra, de todo se toma posesión, y resulta que quien vende no existe, no tiene esa pretensión, ignora que es el vendedor. ¡Increíble!
Estimo, creo que hay una gran distorsión. Lo señalaba hace unos años, en alguna primera columna, la Humanidad necesita más humanidad. ¡Sí! Eso es que lo humano, lo de los seres humanos ha de ser primero, pero no solo lo de ciertos seres humanos, y de otros no. Somos poco más de ocho mil doscientos cincuenta millones de habitantes en el planeta (y subiendo incrementalmente), y todos necesitamos atención, quien nace, quien muere, quien tiene problemas, quien no los tiene (en apariencia), quien compra, quien vende, quien es docente, quien es discente, quien tiene, quien no tiene, quien cuenta billetes, quien cuenta monedas, quien es el primero, quien es el último, quien es vivo, quien es menos vivo, quien es menor, quien es mayor, quien vive aquí, quien vive allá, quien…, quien… Todos, to-dos, cuentan, todos contamos, quizás unos más, quizás unos menos, pero todos.
Esto es cíclico. Cuando ha habido este tipo de empecinamiento, algo desbocado, lo que ha de venir es un colapso; es un vaivén, tal como un péndulo, lo que va, viene.
No todo es materia, no todo es bien material, no. No toda propiedad ha de ser mensurable materialmente. No todo ha de dar rédito, no todo ha de ser ganancia, no todo ha de ser rentable económicamente.
Más bien, ha de ser un "do ut des!" ¡Doy para que des! Y hazlo sin demora, no lo pienses más. No hay que hacer cálculos. Si todos, si cada uno se ocupara de uno, de tan solo uno, no necesariamente de todos, notarán cuánto cambia todo, todo.
Raúl Caamaño Matamala,
profesor Universidad Católica de Temuco